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Me encontraba en la sala de redacción del diario escolar, con mi portátil abierto ante mi y un aura de tensión palpable en el aire. De vez en cuando, lanzaba una mirada de soslayo hacia Brad, mi exnovio, quien estaba sentado al otro lado de la habitación revisando diseños para la próxima edición.

No pude evitar preguntarme qué diablos había visto en él hace tres años. Claro, era atractivo y tenía un encanto superficial que sabía cómo usar, pero con el tiempo, Brad se había vuelto insoportablemente pedante. Cada vez que hablaba, parecía como si estuviera dando una lección magistral en lugar de una conversación normal.

Brad levantó la vista y nuestros ojos se encontraron. Con un suspiro interno, me preparé para lo inevitable.

—Beth, ¿todavía estás trabajando en ese artículo sobre David Hunter? —preguntó, con un tono lleno de condescendencia.

—Sí, estoy terminando los últimos detalles. Creo que va a ser un buen artículo.

Brad alzó una de sus cejas perfectamente depiladas y perfiladas con aire inquisitivo.

—Mira, no quiero desanimarte, pero a menos que tengas pruebas sólidas, nadie va a creer lo que dices sobre sus... actividades nocturnas.

Me mordí el labio para evitar decir algo que pudiera lamentar. La redacción del diario escolar, una vez un lugar de creatividad y debate, se había convertido en el dominio personal de Brad, quien estaba claramente deleitándose en su papel de portero de la verdad periodística.

Hace tres años, ambos nos habíamos unido al comité del periódico con entusiasmo. Siempre me había considerado una escritora competente, por no decir excelente. Pero Brad tenía ese talento inhumano para adular a las personas correctas. No había duda de que su habilidad para hacerle la pelota al jefe del periódico lo había llevado más lejos que mi propio mérito. Como resultado, le habían otorgado un puesto mucho más alto que el mío, un puesto donde tenía la autoridad para aprobar o rechazar cualquier artículo que se presentara. En consecuencia, tenía tal poder en la redacción que todos los artículos tenían que pasar por sus manos antes de ser publicados, y él les echaba el visto bueno o... el visto malo.

Mientras él gozaba de una posición alta que, a mi parecer, no se merecía en absoluto, yo era solo una becaria, relegada a escribir piezas sobre las "grandes" preocupaciones de la vida estudiantil, como la calidad de los almuerzos en la cafetería o el color del nuevo uniforme del equipo de fútbol. No me malinterpreten; cada historia tiene su lugar. Pero comparadas con lo que podría estar haciendo, sentía que me estaban desperdiciando.

—Quizás deberías leerlo antes de juzgar.

Brad levantó las cejas, una expresión de interés cruzando brevemente su rostro. Aunque sabía que, detrás de su rostro parcialmente interesado, tan solo había una cruel curiosidad para poder chafardear en mi artículo para, posteriormente, tirarmelo en cara. Como siempre hacía. Las palabras que siempre me decía cuando leía mis articulos que había elaborado con sudor se cruzaron por mi mente como un latigazo.

"No es suficientemente bueno". "No es suficientemente interesante". "No es suficientemente extenso".

—Está bien. Si tan bueno es, déjame leerlo.

Hice clic en un par de botones y envié el archivo a Brad. Lo vi abrir su correo electrónico, descargar el artículo y empezar a leer. Los minutos pasaron como horas, cada tic-tac del reloj en la pared resaltando la tensión que llenaba la sala.

Finalmente, Brad levantó la vista.

—Es bueno —siempre decía eso. Aquella era la parte donde Brad me felicitaba como si fuera un perro. Lo malo siempre venía después. Porque con Brad, siempre había un "pero" en cuanto a mis artículos. Suspiré y me preparé para el golpe—. Pero todo este rollo de que David Hunter está metido en póker ilegal suena un poco a fantasía.

ENTRE LAS PÁGINAS DE LA NERD | DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora