Capítulo 04

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Nat guardó sus libros en la mochila que había pedido prestada. Todavía no había encontrado su Prada. No podía imaginar que había pasado con ella. La había perdido y encontrado en la biblioteca una docena de veces. No era algo que perdiese fácilmente.

Suspirando, se levantó de su escritorio para dirigirse a la biblioteca y encontrarse con su grupo.

Cuando dejó el edificio y cruzó a través del césped, no prestó atención hasta que oyó a un hombre gritar.

—Nathy.

Su voz era tan intensa y profunda que enviaba un temblor a lo largo de su columna vertebral.

Solo había una persona que conociera que poseía una voz como esa. Sólo una persona que lo llamaba Nathy hoy en día... Deteniéndose, se volvió para ver a Max viniendo hacia él desde la calle. Se movía con un paso gracioso y masculino que enviaba oleadas de calor a través de su cuerpo. Él llevaba puesto unos pantalones vaqueros descoloridos que tenían huecos en ambas rodillas, botas negras de motorista, y una camiseta negra bajo una gastada camisa de franela roja y negra que llevaba desabrochada.

Nunca había conocido alguien que vistiese tan descuidado, y había algo en las ropas que le hacían tener la apariencia de un joven adolescente.

Pero aparte de eso, era obvio que él era completamente adulto. Un hecho del que sabía de primera mano ya que lo había visto sin esas camisas. Había también una peligrosa confidencia acerca de él que decía que era mucho más viejo de lo que parecía a primera vista.

Max mantuvo uno de sus brazos tras la espalda cuando se acercó hasta pararse ante él. Nat temblaba ante su presencia dominante. Era mucho más alto que él, y esos ojos... había veces en que no parecían demasiado humanos.

—¿Deberías estar ya levantado? —preguntó Nat.

Él se encogió de hombros con una indiferencia que Nat no podía notar.

—Ya te dije que no era grave. —Sacó su mochila de detrás de él. — Pero pensé que quizás quisieses tener esto de vuelta. Lo dejaste en el bar la otra noche.

—¡Oh, menos mal! —dijo Nat, contento de haberla recuperado.

—Me aturdiste tanto cuando viniste ayer a mi habitación que olvidé que la tenía.

Nat sonrió, agradecido de que se hubiese tomado la molestia de traerla.

—No tenías por qué traérmela. Solo tenías que llamar y habría ido por ello.

—No tenía tu número.

—Oh —dijo Nat cuando se dio cuenta de que no se lo había dado. Eso le llevaba a otra pregunta. —¿Cómo me has encontrado?

Él no contestó. De hecho, se vio bastante incómodo ante su pregunta.

—Debería irme.

—¿Qué diablos es esto?

Nat levantó la mirada sobre el hombro de Max para ver a Heng con un grupo de sus hermanos de la fraternidad. Jadeó. Esto no era bueno. Conociendo a Heng, él vería esto como una violación directa de su territorio, y con sus amigos respaldándole, quien sabía lo que podría hacer. Heng podía ser un total imbécil cuando quería.

—No es asunto tuyo, Heng —chasqueó a modo de aviso. —Lárgate y déjanos en paz.

Él lo ignoró.

Heng se les quedó mirando.

—¿Qué tenemos aquí, él ayudante de camarero viene a cobrar venganza? En caso de que no lo hayas advertido, camarada, aquí no hay mesas para limpiar.

09 MaxNatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora