Capítulo 07

396 37 3
                                    

Nat suspiró excesivamente mientras caminaba a solas en el zoológico, observando a los animales jugando juntos o descansando. Tres días habían pasado sin una sola palabra de Max. Peor, su padre había llamado hacía dos horas para gritarle sobre el arresto de Heng y el juicio pendiente. Aparentemente ni Heng ni su padre se habían molestado en informarse sobre quien era Max realmente.

Heng probablemente se rehusaba a creer en eso. Después de todo, ¿qué familia podría ser incluso más importante que la suya? ¿Y cómo alguien con el tipo financiero de Max no se deleitaba en su propia grandeza? Esto era suficiente para hacerlo enfermar e incluso ahora podía oír la enfadada voz de su padre en su cabeza.

—¿Heng tendrá una mancha permanente en sus credenciales y por qué? ¿Por un vagabundo sin valor con el que decidiste entablar amistad? Realmente, Nat, ¿Qué pasa contigo? El padre de Heng ayudó a subir mi campaña con diez mil dólares, ¿y mi hijo hace que su único hijo sea arrestado? ¿Estás tratando de matarme? ¿Quieres que me desplome muerto de un paro cardíaco de modo que tú puedas tener pronto tu herencia? Simplemente saca un arma y dispara contra mí. Acaba de una vez con...

Y entonces él sacó a colación el único argumento que nunca fallaba en hacerlo llorar.

—Esto es lo que obtengo por casarme con una cajún en contra de los deseos de mi familia. Nunca debería haber tenido hijos. No son un adeudo que un político puede permitirse.

Nat ni siquiera había sido capaz de decir ni una sola palabra en medio del barullo de su rimbombante discurso de cuarenta y cinco minutos. Al cabo de un rato, ni siquiera lo había intentado. Había dejado el teléfono boca abajo sobre el mueble mostrador, comido patatas fritas, y había ojeado una revista mientras su padre despotricaba. Una vez que él había terminado, simplemente se había disculpado y le había colgado.

Su padre nunca había sido el tipo de hombre de atenerse a razones. Por supuesto, Nat podía haber acabado completamente todo diciéndole quién era Max y por qué Heng no había podido sobornarlo para salir del problema, pero obtenía un sádico placer al no decírselo. Dejó que su padre siguiese adelante con sus falsas ilusiones.

Conociendo a su padre, daría un giro completo en cuanto se enterase de la riqueza de Max.

Pero Nat no quería que le gustase Max porque era rico. Quería que él viese al hombre, no el dinero.

Negando con la cabeza, fue andando por el pasillo de madera entre las jaulas en el zoológico mientras trataba de alejar todo aquello de su mente. Pero era imposible. No quería pelearse con su padre.

Todo lo que quería era que su padre se enorgulleciera de él. Que lo aceptase. Y todavía él era tan irrazonable. Nat nunca había conocido alguien que pudiera hacer trabajar a su mente tan rápido con tan poca información y luego discutir hasta el infinito que ellos tenían razón mientras los otros estaban equivocados.

—Un día voy a hacerte frente, papá —susurró. Al menos esperaba poder llegar a hacerlo, pero era difícil. A pesar de todo, le quería. Él era su padre y tenía profundos momentos de ternura...

Al menos algunas veces.

Su padre solo tenía expectativas demasiado altas para él. Él quería que Nat fuese como Chicha o Davika, desde que supo que su hijo era fértil, un debutante perfecto. Una belleza sensacional que podría ser el consorte de algún hombre rico. Uno que diese fiestas estratégicas para ayudar a su marido a subir la ladera del éxito sin importar lo que él escogiera.

Pero ese no era él. Nat era simple, no lo suficientemente músculos para ser masculino y tampoco demasiado delgado para ser femenino. Por lo que respecta a las fiestas... había estado en más de una leyendo algo en una esquina. Odiaba ser amable con las personas que no le gustaban porque su anfitrión quería sus contribuciones. Odiaba ser falso. Todo lo que quería era ser él mismo.

09 MaxNatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora