Max sintió como si hubiese quedado atrapado en una cruel pesadilla cuando miró alrededor de una habitación que no había visto en veinte años. Demonios, él no recordaba cómo había sido. Sólo había visto la habitación una o dos veces en su juventud, y aun así sólo brevemente.
Se sobresaltó cuando recordó la visión de su padre descansando totalmente sobre el piso entre la cama y la puerta.
Quitándose de encima la imagen, Max echó un vistazo alrededor. El cuarto altamente equipado con la tecnología de los 80, hecho en azules oscuros y verdes, con una cama de agua de tamaño real. El arte abstracto colgaba en las paredes junto con la piel de un tigre que su padre debía haber matado. Era un rasgo común Katagaria traer su primera presa como un recuerdo de su gesta y una advertencia para cualquier otro animal que pudiera querer enredarse con ellos.
Por el tamaño de la piel y las marcas de heridas, Max podía decir que su padre debía de haber tenido una pelea infernal entre sus manos en aquel momento. Pero lo importante era que su padre había sobrevivido mientras la otra bestia había perecido.
Con el corazón latiendo rápidamente, Max caminó lentamente hacia las ventanas abiertas para ver el animado tráfico que discurría por detrás de la cuidadosamente protegida hacienda de su padre.
—¿Esta es la casa que fue incendiada? —preguntó Nat.
Max asintió lentamente con la cabeza, preguntándose otra vez quién había prendido el fuego.
—Tenemos que salir de aquí antes de que alguien nos vea. Mi padre tendía a comerse a los intrusos, y no quiero demostrarle a mi tío que tenía razón si tengo que matar a mi padre porque nos ataque por equivocación.
Nat negó con la cabeza.
—Tenemos que encontrar la prueba.
—No habrá nada aquí dentro —dijo Max simplemente. —Mi madre no era tan estúpida.
De repente, había voces en el pasillo de fuera que parecían acercarse a la habitación. Eran definitivamente un hombre y una mujer... Y estaban peleando.
Max agarró a Nat y tiró de él a un armario sumamente grande que parecía tener solo las ropas de su padre en el. Brevemente consideró emitirlos fuera de la casa con sus poderes, pero desde que realmente no recordaba el trazado del lugar o el horario del personal o de sus padres, podría terminar reapareciendo bien delante de sí mismo cuando cachorro o de su padre.
Ambos encuentros podrían ser desastrosos.
Por lo pronto, lo mejor sería quedarse allí y esperar hasta que tuviese una mejor disposición de la situación.
Oyó la puerta del dormitorio abrirse y luego cerrarse de golpe.
Se congeló cuando reconoció el fiero tono de su madre. Había una ruda fragilidad en su voz que era inconfundible aun después de todos estos años de no estar supeditado a ella.
—¿Por qué usted me has hecho regresar de Asia, Aristóteles? Necesito correr en libertad por algún tiempo.
Su padre emitió una oscura risa.
—Has estado corriendo libremente desde hace demasiado, Karina. Demasiado como para que ya sea hora de que vuelvas a casa.
—¿Por qué? —le dio un golpe bajo.
—He aprendido algunas interesantes cosas acerca de Max. Como su madre…
Algo se hizo pedazos.
—No empieces con eso. Te di a tu heredero que tan estúpidamente aceptaste. Ya no me necesitas más de mí.