Amado por las hadas y otros más

Día 8: Las montañas vivientes

El humano despierta a penas sale el sol, al abrir los ojos, puede ver que sus amigos le estuvieron esperando todo este tiempo. La belleza nocturna del paisaje, un gran lago sobre un volcán antiguo, el reflejo de las estrellas en el agua y la luz de la luna, es un panorama distinto al de ahora, una vista más brillante y luminosa.

Los pájaros canta, el sol alumbra con intensidad y el viento sopla con suavidad, mientras las aves vuelan con glamur y cantan con pasión, un agradable día está por delante.

- ¿Qué veremos hoy? -. Pregunta el humano.

- A ellos -. Responde Isabel y el suelo se sacude con fuerza.

Una enorme criatura emerge del centro del lado, de un tamaño cercano a una montaña, es un gigante.

- Wow -. Resopla el humano al ver la inmensidad de la criatura.

- Y no es el único -. Exclama el Carbunco.

A lo lejos, varias montañas empiezan a temblar y deformarse hasta tener una apariencia similar a la de un humano robusto, pero mucho más grandes. Los gigantes llegan hasta el suelo y los humano no pueden verlos, a excepción de unos pocos, con los dotes suficientes para descubrir la verdad de este mundo.

El humano está absorto en el paisaje, está emocionado de ser capaz de vislumbrar tal evento antes de su muerte, está tan feliz que de sus ojos brotan lágrimas.

- ¿Estas bien? -. Pregunta Isabel.

- Si, solo, estoy muy feliz, esto es lo que mi abuelo siempre quiso ver -. Exclama entre lágrimas.

- Lo sé, estaba en su carta, por eso te traje aquí y los desperté, a pesar de ser tan grandes, no duran mucho tiempo así, debes verlos hasta el final -.

Tras unos 15 minutos, todo volvió a la normalidad, y las montañas vuelven a ser eso, solo montañas, donde los humano pueden caminar y los animales vivir. Un evento fugaz y hermoso, algo irrepetible, algo único en la vida y el humano está satisfecho de haberlo presenciado, pero su viaje, aunque cerca, todavía no ha terminado.