Flores de cerezo.
Florecían desde un extremo a otro, desde norte a sur. Florecían a principios de año y pintaban todo el paisaje de un bello tono rosa, coloreaban cada parte del exterior, embelleciendo su rededor y entorno a este. A decir verdad siempre me gustaron los árboles de cerezo, me gustaba la forma de estos y como adornaban la ciudad con su sencillez, o era lo que yo creía puesto que nunca tuve la oportunidad de conocer un árbol de cerezo en persona.
Tenía claro su significado, simbolizaba la belleza, feminidad y pureza que podía poseer. Una belleza orbitando en el ego, traspasando muy por encima del eco de la arrogancia y prepotencia. Era un concepto muy superficial, un concepto que trataba de ver la realidad por encima de los esquemas plantados, algo demasiado surrealista y literal; pero, para mí era todo lo contrario. Para mí significaba renacer, renacer debido a escasas esperanzas. Para mí significaba mucho más allá que solo belleza y conceptos superficiales, para mí era fe, para mí era esperanza.
Me gustaba observarlas, era así hasta que lo conocí por primera vez. Si estaba convencida de que me gustaban las flores de cerezo, ahora me encantaban.
Recuerdo el día que lo conocí sin él conocerme, lo recuerdo a la perfección. Incluso antes de nuestro primer encuentro, mucho antes de su osadía al insultarme o decirme lenta. Recuerdo haber bajado de la embarcación sin esperanzas, sin aliento, sin ánimo; fue así hasta que lo observé por primera vez.
Un soldado en medio de la nada observando un árbol de cerezo. Era extraño, sumamente extraño que hubiera uno en estas condiciones, no era momento de florecer, pero este se hallaba vivo y tintado de un rosa exquisito; lo observaba con detenimiento, examinando cada parte de sus flores que caían en una bella danza en dónde el viento era su acompañante, estaba ensimismado contemplando.
Y yo quería pensar que para él simbolizaba esperanza y un nuevo renacer. Pero la realidad se hallaba alejada de aquello, como si millas de kilómetros baldíos se atravesaran en opresión, como si aquellos sueños rotos fueran imposibles. Como si el caprichoso destino le recordaba y restregaba en la cara lo infeliz que sería su vida a partir de ahora.
Me di cuenta que para él no era esperanza. Para él era una maldición que lo mataba lentamente hasta culminarlo, para él era una profecía, una leyenda que temía de su veracidad. Esa era su leyenda, esa era su verdad. La leyenda de los árboles de cerezo en Japón.
Una leyenda un poco antigua pero igual de dolorosa que su realidad. Guerreros que cometieron una falta grave y la única forma de repararlo era quitarse la vida a los pies de aquellos árboles de cerezo; aquello formaba parte de un doloroso ritual que consistía en quitarse los órganos. Aunque se dice que originalmente las flores de cerezo carecían de color, pero, se tiñeron de rosa combinándose con la sangre que fluía de sus cuerpos.
Una forma de darle belleza a algo tan relevante como la muerte, de allí nació la belleza y la esperanza.
Eso pude ver en sus ojos antes de que estos me vieran, él no quería acabar así, él quería borrar su leyenda y ser el protagonista de una nueva, pero el final ya estaba escrito. Su final ya tenía un final, su final ya tenía un punto terminal antes de que la historia se crease y, aquello le dolía tanto como vivirla.
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• 𝗧𝗵𝗮𝘁 𝘄𝗮𝗿 𝗼𝗳 𝗼𝘂𝗿𝘀 〢 𝗣𝗮𝗿𝗸 𝗦𝘂𝗻𝗴𝗵𝗼𝗼𝗻 •
Fanfic𝐒𝐇 || Era 1950 en Corea del Norte cuando Sun-hee fue llevada a un campo de concentración. Allí conoce el amor enamorándose del enemigo, un soldado surcoreano. Decidí desearte, decidí mirarte, decidí amarte aún cuando sabía cuál sería nuestro final...