Era 1950 en Corea del Norte cuando Sun-hee fue llevada a un campo de concentración. Allí conoce el amor enamorándose del enemigo, un soldado surcoreano.
Decidí desearte, decidí mirarte, decidí amarte aún cuando sabía cuál sería nuestro final. Pero...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Varios términos usados para definir el resultado de lo que es vivir. Tantos términos para describir la función tan compleja y completa de la vida, términos nada sencillos dependiendo del panorama, expectativa o simplemente perspectiva de la persona. El vivir era y sigue siendo un conjunto de experiencias ejecutadas a través del tiempo, siendo este su concepto básico puesto que hay disciplinas que lo explican de mejor forma.
Conceptos como biología quién dependía de materia y energía para desarrollar el famoso "ciclo de la vida". Nacer, crecer, reproducirse y morir; física quién dependía del tiempo en el que durasen las cosas, algo muy contradictorio a la biología; filosofía que dependía de la corriente filosófica y el autor.
Pero ninguno podía aportar el respectivo significado a la realidad, a nuestra realidad. Ninguno explicaba las razones del vivir, y si lo hacía, el final seguiría siendo el mismo. Entendí que no se trataba del concepto, ni de párrafos bien formulados explicándolo, el final siempre recaería en tu perspectiva. ¿Qué piensas tú de la vida?
Y ahí comprendí que el significado dependía mucho de mis acciones, yo aportaba aquel significado. Y, entonces, ¿qué era para mí la vida?
Mi respuesta es que no lo sabía, no sabía su significado aún, puesto que no había vivido lo suficiente. Consideraba a la vida como algo valioso, algo del que debía valorar. Por aquello no me atrevía a ponerle algún significado, todo debido a mi existencia. No, nunca pude darle algún significado puesto que, el que vivía en mí no era más que un capricho familiar.
Por aquello no sabía su significado. Era ilógico pensarlo, no tenía un concepto de vida pero tenía marcado el concepto de muerte.
Y todos mis conceptos lo catalogaban como el final. El final de aquellas experiencias vividas a través de los años, sabía que su significado era aún más fuerte que el del vivir; era más importante que el presente y pasado. La muerte para mí era algo importante, la muerte era uno de los sentidos de mi vida.
O ese era el Sunghoon que todos querían que fuera, aquel que estaba preparado para morir, aquel que habían creado desde el principio.
Pero ese no era yo, la realidad era distinta y muy distante. No quería poner un final ni mucho menos brindarle algún significado a la muerte; quería vivir.
Yo quería darle significado a mi vida.
Y lo intenté, prometo que lo intenté. Viví como un simple mortal hasta mis once; el resto de años fueron mis familiares en mí, decidiendo por mí.
Quitaron todo de lo que un día fui, desaparecieron cada uno de mis recuerdos por la obstinación de seguir una ilógica tradición. Una tradición que nunca le encontré sentido, pero tenía la obligación de cumplirla.
Quitaron todo o casi todo. Lo único que no quitaron fue mi amistad con aquel castaño extrovertido, el mismo que se infiltraba todos los días en mi hogar para jugar conmigo. Debo admitirlo, al principio fue algo molestoso, pero con el paso de los días me fui acostumbrando.