Fue en ese momento, detrás de unos truenos y rayos a los que yo ya me había acostumbrado a esas horas, que alguien tocó a la puerta con desgano; como si no creyera que le abrieran, y a mí me atravesó un escalofrío por toda la médula. Al principio dudé si había escuchado bien, y a lo mejor el escalofrío se debía a que el viento había abierto la ventana y dejado entrar algo de la helada brisa de afuera... Pero de ser así, el sonido que había oído debería haber sido más brusco que eso y seguramente estaría entrando agua en la casa en cantidades impresionantes.
No estaba aún segura y me acerqué a la ventana, viendo que era imposible mi suposición anterior, así que corrí un poco la cortina y vi a aquel muchacho, aparentemente de 21; y yo tenía casi esa edad, alto como ningún otro, de cabello negro y ojos rojizos y relucientes, muy atractivo. Llevaba una camiseta de manga larga color blanco, un pantalón de color beige y unos zapatos de vestir. Estaba chorreando más agua que la tormenta misma; y el estar así empapado lo hacía ver aún más sexy de lo que ya era.
Al parecer aquel hombre notó que lo veía desde la ventana y volteó la mirada hacia mí. Le dediqué una sonrisa y negué con la cabeza antes de ir a abrirle la puerta.
-¿Qué hace ahí afuera con este clima? ¡Se puede enfermar! Venga, entre y le traeré una toalla para que se seque y una silla para que se siente frente a la estufa eléctrica.
Al parecer se sorprendió porque lo invité a
entrar y pasó como desconfiando de si era enserio. En fin, cuándo entró yo cerré la puerta, y él se quitó con cuidado los zapatos empapados sobre el trapo de piso que estaba en la entrada y se aclaró la garganta.
-Muchas gracias, señorita.- dijo con una voz
preciosa, una voz que me encantó.
-No me agradezca.
Fui hasta el baño y tomé una toalla y de ahí al comedor a por una silla y lo llevé todo de regreso al living. Acomodé la silla frente a la estufa y fui hasta él.
-Quítate la camiseta, así te secarás más rápido.-le dije.
Parecía sorprenderse cada vez más de lo que yo hacia, de mi hospitalidad. Aún así, se quitó la camiseta y yo me las arreglé para alcanzar sus hombros y ponerle la toalla encima. Lo vi secarse un poco su cabellera negra, despeinándola, y luego se secó el rostro, el cuello, se agachó para secarse los pies, y finalmente se secó el abdomen y la espalda para echarse la toalla sobre los hombros.
-Bueno, ven, siéntate aquí y pronto te secarás, pondré esto en el respaldo de la silla.- dije tomando su camiseta y la coloqué en el lugar indicado.
Él seguía parado ahí, mirándome y sin mover un pelo. Fui hasta él y lo llevé de la mano hasta la silla como si se tratara de un niño pequeño y tímido. Él se sentó con algo de "vergüenza". Esperé a que hablara, ojeando entre medio del silencio el libro de Voces Anónimas que había
estado leyendo antes de que llegara, hasta que lo miré fijamente y hablé.
-Bueno, ¿te comieron la lengua? ¡No seas
tímido! ¡Venga, hombre! ¡Anímese y hábleme un poco!
Aún seguía sin decir nada, y había usado mi
mejor táctica para cortar el silencio y entrar en una charla...
-Ni que te fuera a comer...- dije cerrando del
todo el libro y haciéndolo a un lado.
Él miró de reojo el libro y luego bajó la
mirada.
-Este...- Sentía que había olvidado algo... ¡Eso
era! No me había presentado, y sin saber mi nombre, ¿qué tanto podría decirme? - Me llamo ________; _________ Torres... ¿Tú cómo te llamas?
-Sebastian. Sebastian Michaelis. Es un verdadero placer.- me sonrió, ¡por fin había conseguido que hablara!
-El placer es mío.
Así fue que comenzó una pequeña charla entre
nosotros. Yo cada vez sentía con más fuerza que él no era humano.
-¿Qué eres tú...?- dije pensando en voz alta
luego de un buen rato.
Él me escuchó y se puso de pié para irse. Ya en la puerta, con su camiseta y zapatos ya secos puestos de nuevo, dijo:
-Soy un demonio, así que no soy digno de su
amabilidad.
Me quedé muda un segundo. Pasaba todo tan
lento...
Lo vi girar el pestillo mientras mi mente procesaba que había abierto mi puerta a un demonio. Entonces me puse de pié, el se detuvo al escuchar el leve crujido del sillón y mis pasos al ir hasta él, y una vez allí, puse una mano en la puerta intentando impedirle la salida, por más que siendo un demonio podría irse sin problema sin importar lo que yo hiciera. Su rostro dejaba ver algo de sorpresa y el mío algo entre curiosidad e incredulidad, pero... Con una mirada como la suya no podía estar mintiendo, era verdad. Ambos nos pusimos serios.
-Quédate, no me importa que seas un demonio.
-Yo podría comerme tu alma si quisiera.
-Bueno... Si lo haces mientras duermo no me
enteraré, así que no es tan malo... ¡Y si no es así, me aguanto, será mi culpa!
El suspiró.
-Parece que encontré una humana sin miedo.
-¡E-En realidad sí tengo miedos, pero no tú, tú
no me das miedo, tú estás bien para mí! ... No me gusta vivir sola; es aburrido,
y afuera te vas a mojar otra vez, así que...
-No puedo aceptar.- se dispuso a hacerme a un
lado sin forzarme mucho y abrir la puerta de una vez por todas.
-¡! ¡Tengo un gato recién nacido en el dormitorio!- dije casi en tono de desesperación al recordar que dijo que amaba a los gatos minutos antes.
Se detuvo al escuchar la palabra gato y me
dirigió la mirada, soltando apenas el pestillo de la puerta.
-¿Entonces no te molesta que me quede aquí?
-¡Para nada!- sonreí con algo de ternura. -Ven,
te mostraré a Manchita.
-¿Se llama Manchita?- sonrió.
-Sí, es de color blanco y tiene negras las orejas, patas, la cola, y una manchita negra en su ojo izquierdo.
Así fue que convencí a un demonio de quedarse a vivir conmigo.
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Un demonio bajo mi techo.
FanfictionCuándo _________ le abre la puerta a un extraño durante una tormenta, su vida cambia para siempre. Junto a Sebastian Michaelis tiene un largo camino que recorrer, ¿qué tan feliz puede ser una mujer al lado de un demonio?