Elyon

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"and howl love through the night, call the stars, by the fire shining on
through the night, we will run, to the rising life and on
through the night, burn the flames, the world will know our names.

(one, two, three, four)
I would follow you, to the end of the world if only you would ask me to
on and on we go, my brother, I've got you,
nothing to stop us now, because we found in life what's true
ohh my brother, I'd follow you" brother by mighty oaks

***

Era un día completamente encantador, con la brisa ligeramente cargada del aroma a verano, los árboles verdes y vibrando con el pasar del viento, las nubes blancas y esponjosas como malvaviscos y el cielo azulado, acompañado de los rayos calurosos del sol.

Elyon se había despertado hacia apenas diez minutos, pero ya había comenzado a llenarse de energía para afrontar el día con buena cara.

Había decidido que ese día sería día de limpieza, necesitaba despejar su mente y ordenar un poco el lugar, además que las condiciones eran perfectas para tender la ropa y airear un poco todo a su alrededor, así que luego de tomar su taza de té junto a sus tostadas, acarició brevemente la cabeza de Felipe para luego alzarlo en brazos y acomodarlo a un lado del sofá, ya que la cabra se había empecinado en dormirse en su regazo.

Una vez de pie, se puso manos a la obra, comenzó con el interior de la casa abriendo todas las ventanas para dejar que el aire se colara dentro y comenzó a barrer hacia el exterior. Tendió su cama, acomodó algunos de sus libros esparcidos por el suelo, lavó las tazas y platillos usados en la cocina y prendió algunas velas. Una vez hechas las tareas del hogar, se puso sus botas de campo y como sus otros vestidos y atuendos estaban húmedos, se quedó con el camisón largo de dormir, acomodando el único delantal limpio que tenía en su cintura, se recogió el cabello en dos trenzas tejidas y se colocó un pañuelo celeste en la cabeza, para evitar que sus mechones le estorbaran la vista. Tomó una gran bocanada de aire en cuanto puso un pie fuera y sonrió para sí misma.

Comenzó con los alrededores de su hogar, regando los arbustos de fresas que ansiaba con ver florecer, luego se acercó al gallinero y saludó a los animales, agradeciéndole por los huevos que habían conseguido poner y tomándolos suavemente para depositarlos en una canasta. Luego se arrodilló junto a su pequeña huerta de especies y comenzó a cortar algunas para el almuerzo.

Luego de adentrar los alimentos a la cocina volvió a salir para dirigirse al granero. Le dio los buenos días a su pegaso mientras la acariciaba para luego darle un beso en el hocico a Ava, la bebé, que la miraba con ansias de ponerse de pie. Elyon rio y asintió, la ayudó a sostenerse, teniendo cuidado de no ser muy brusca. La verdad es que aún era muy pequeña, tenía apenas una semana de haber nacido y aún le costaba ponerse de pie sin ayuda de terceros, pero una vez lo lograba, podía caminar y correr a su gusto. Las llevó a ambas al exterior para que tomaran aire, aunque el granero contaba con un enorme ventanal en el techo que ella mantenía abierto siempre y cuando no lloviera, dejaba que Vela volara todo el tiempo que quisiera, pues sabía que su amiga lo necesitaba.

Una vez el animal se subió a las nubes, dejó a sus vacas salir para que comieran y anduvieran sueltas. No le gustaba encerrarlas, no creía que fuera justo para los animales, que casi siempre habían vivido en libertad, pero poco menos de un mes atrás había ido al centro de la ciudad para comprar algunos materiales esenciales que necesitaba y vio los carteles pegados en la plaza principal que reportaban a los y las granjeras de Zobeth que tengan cuidado con los zorros sueltos que eran comunes en esa época del año, por lo que Elyon decidió encerrarlas por la noche o el día, dependiendo de cuando estuviese despierta, para poder cuidarlas con sus propios ojos.

Las gallinas no eran un problema, pues ellas mismas se quedaban en sus lugares, el problema mayor era Felipe, que le encantaba correr por todas partes y perderse entre el maíz. La noche anterior había tenido que salir a buscarlo a las tres de la mañana porque por más que lo llamara no regresaba. Se había asustado demasiado, pero luego de algunos minutos, lo encontró bebiendo agua del arroyo que había a una media hora de su casa. Por suerte, en esos momentos se encontraba aún dormido en la comodidad de su sofá. Así que comenzó a abrir las cerraduras de los establos de cada una de las vacas mientras ellas salían una a una, mugiendo al exterior.

hasta el sol y la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora