Emil

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"can (anybody find me someone to love?)
each morning i get up, i die a Little,
can barely stand on my feets (take a look at yourself)
take a look in the mirror and cry (in the mirror and cry)
lord, what are you doing to me?
i have spent all my years in believing you
but i just can't get no relief, lord" somebody to love by queen

***

Estaba decidido.

Realmente esperaba que ella aceptara, porque de no ser así, su plan se estropearía por completo.

-¿Has visto a la Reina? – Le preguntó a Derien cuando asomó la cabeza por la puerta de su escritorio. Su senescal se encontraba posado de espaldas en la pared y asintió rápidamente con la cabeza, indicándole que se encontraba en su habitación. -Gracias. –

Se acomodó un poco las prendas antes de emprender camino hacia el ala de la Familia Real. En menos de cinco minutos, se encontraba en frente de la puerta de su esposa. Tocó tres veces, anunciando en vos alta que era él. Los Guardias del lugar lo observaron por un segundo más del necesario, seguramente sorprendiéndose de verlo allí, pues casi nunca visitaba el cuarto de la Reina.

Cuando Lilibeth abrió la puerta, forzó su mejor sonrisa. -Hola. -Saludó.

Se sentía como un idiota por saludarla como si jamás la hubiese visto en su vida, pero se encontraba muy nervioso.

-¿Qué quieres? – Preguntó ella, mirándolo de la punta de los pies a la cabeza.

Genial.

-¿Puedo pasar? Quiero hablar de algo contigo, en privado. –

Ella entrecerró los ojos, analizándolo y luego de ponerlos en blanco, asintió.

Él se apresuró a adentrarse al cuarto antes de que se arrepintiera, sorprendiéndose de encontrarse a Amara, su dama de compañía, sentada en la cama.

-¡Su Majestad!- Lo saludó ella, poniendo de pie en un segundo. -Lo siento, la Reina y yo estábamos charlando, ya sabe, cosas de mujeres.-

Él asintió y Lilibeth, que tenía cara de pocos amigos, volvió a hablar. -Sí, sí. Puedes irte y gracias. –

Amara asintió y luego de hacerle una reverencia a ambos, se retiró del lugar.

-Lo siento, puedo volver más tarde si estaban ocupadas. –

Lilibeth volteó a observarlo. -Ya se fue, Emil. –

Él asintió de nuevo.

Tomó aire y volvió a pensar en sus palabras antes de decirlas, observando un poco a su alrededor, lo que solo funcionó para volver a perderse en sus pensamientos.

El cuarto que pertenecía a quien fuera la Reina del momento había sido remodelado varias veces. Gianna al principio no había querido quedarse allí, ya que había pertenecido a su madre Virian, pero al convertirse en la Reina era el cuarto que le correspondía, así que solo pidió renovar el color de la pintura y las alfombras. Lilibeth por otro lado, había convertido el lugar en su espacio personal, repintando todo el lugar con tonalidades negras, bordó y verdes, cambiando alfombras de lugar, agregando algunos sofás, colgando varios cuadros que retrataban diferentes animales y dejando que la pieza central y principal fuera su cómoda, con un espejo gigante, velas rojas, maquillaje y decenas de joyas brillantes.

Emil extrañaba que el cuarto le perteneciera solo a su madre, pero no podía hacer mucho al respecto. Si bien sus pertenecencias personales, ropas, accesorios y algunas joyas se encontraban resguardadas, aún le dolía no ver las cortinas doradas del balcón en el que tantas veces había jugado o las mantas que lo cubrieron cuando se quedaba dormido en su cama.

hasta el sol y la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora