Emil

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"to kiss in cars and downtown bars
was all we needed
you drew stars around my scars
but now i'm bleedin'" cardigan by taylor swift

***

El ruido del cristal rompiéndose en el suelo lo despertó al instante, su cabeza ya estaba dando mil vueltas cuando salió de la habitación, aún en su camisón y con los ojos más cerrados que abiertos.

-¡Lo siento, Su Majestad!, solo fue un vaso, pero ya lo limpio.- Se disculpó una de las sirvientas del castillo, quien fue la primera persona que Emil vió al salir de sus aposentos y quien ahora se encontraba de rodillas agarrando los pedazos de vidrio esparcidos por el lugar. Era Thalia, una de las empleadas más nuevas que, según su tío, no era más que un problema ya que siempre hacía mucho ruido y molestaba a los demás guardias. Emil tardó un segundo en reaccionar y se agachó para ayudarla.

-Su majestad, no es su trabajo limpiar los restos...-Emil levantó una mano para que el guardia que había comenzado a hablar callara. Él era muy capaz de ayudar a otra persona sin importar su rango. Le molestaba que pensaran que no tenía derecho a recoger unos simples pedazos de vidrio solo por ser el Rey de Alariel. Pero, últimamente todo le molestaba.

-Su Majestad, en serio no es necesario.-Le dijo esta vez Thalia, la sirvienta. Tenía unos años menos que él y la cara roja de la vergüenza por haberlo despertado.

-No es nada, ten cuidado que te puedes cortar.-Ella ya estaba agarrando con sus manos pedazos de lo que antes había sido un vaso de cristal, lleno de agua supuso, por el liquido esparcido en todas direcciones. Ante el gesto, otro de los guardias, Febian, ayudó a la chica a juntar todo y le indicó que fuera a descansar. La muchacha se retiró luego de dirigir una profunda reverencia al Rey.

-Debe estar nerviosa, su Majestad, ya sabe, muchas personas no saben cómo actuar delante de usted.-Le dijo Febian cuando ella ya no se encontraba a la vista.

Claro que Emil lo sabía, hace poco que el castillo había comenzado a renovar el personal y había muchas caras nuevas, la mayoría hombres y mujeres grandes, pertenecientes a la cocina, la Guardia Real o personal de limpieza. Por lo que también habían muchos rostros nerviosos, ciudadanos que no habían conocido al Rey en persona hasta ese momento o que simplemente su presencia les parecía algo por lo que ponerse impacientes e incluso incómodos.

Eso le molestaba a Emil, pero no por ellos, sino por él. Odiaba pensar que aún había gente en Alariel que no estuviera contenta con su Rey o que le temieran. No es que quería que todo el mundo lo adorara, eso era imposible, simplemente quería ser un buen Rey. Aunque sabía bien en el fondo que el nerviosismo de su gente cuando les tocaba verlo o hablarle era gracias a que su humor durante los últimos años no había sido el mejor de todos y de eso no podía echarse la culpa más que a sí mismo. No sabía muy bien qué hacer para que el nuevo personal se sintiera más cómodo en el Castillo, entendía que verlo todos los días era algo nuevo para muchos, pero le gustaría que la gente lo tratara con normalidad, para perder un poco menos la cabeza y sentirse más tranquilo en su propio hogar.

Si es que el Castillo lo era.

Se despidió de los guardias deseándoles buenas noches y volvió a entrar a su habitación, pero cuando se percató de que no podría volver a dormirse, decidió que era mejor pasar el tiempo haciendo algo para evitar pensar, por lo que salió de la habitación y se dirigió al Ala Recreativa. Pasaba mucho tiempo allí.

Cuando entró al lugar, lo invadió una sensación de angustia y añoranza ya conocida que ignoró y se acercó al pequeño cuadro en el que estaba trabajando hace días. Su técnica era pésima y él era horrible, no sabía a quién pretendía engañar con sus pinturas ya que parecían estar hechas por niños pequeños que aún no aprendían a agarrar un pincel, sin embargo la acción monótona de las pinceladas lo calmaba y hacían que su mente dejara de dar vueltas, al menos por algunos minutos.

hasta el sol y la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora