🍁𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑿𝑽𝑰𝑰𝑰/𝒍𝒊𝒃𝒆𝒓𝒂𝒄𝒊𝒐́𝒏 𝒅𝒆 𝒄𝒂𝒓𝒈𝒂𝒔🍁

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La tentación no existe cuando te gusta algo; tampoco cuando sucumbes sin problema al gusto que algo o alguien te genera

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La tentación no existe cuando te gusta algo; tampoco cuando sucumbes sin problema al gusto que algo o alguien te genera. Nunca es una tentación, es un sí quiero aunque se niegue.

Dominic

Cegado por el alcohol, o al menos esa fue la escusa que uso, se encontró en la puerta de su apartamento besando una mujer que conocía de pies a cabeza, movía sus manos alrededor del cuerpo de esta, sabiendo exactamente donde tocar, donde sentir, donde hacerla perder la cabeza.

Se vio envuelto en besos apasionados que lo encendían como fuego. La pelirroja era un combustible que aumentaba sus deseos. Sentir sus brazos alrededor de su cuello y sus caricias lujuriosas le dejaban claro lo que quería.

Era su conexión con ella, ella acariciaba su cuello y su cabello cuando quería que la hiciera suya, él la llamaba y acariciaba su cintura cuando él lo quería, esta vez ambos lo deseaban, no necesitaban hablar, el cuerpo hablaba por sí solo.

El cuerpo se movía solo en perfecta sincronía con el de la contraria, como si fueran uno solo, primero algunas caricias en los glúteos y luego unos apretones y de la misma forma la mujer respondía a tales movimientos con caricias en el cuello y finalmente las piernas enrolladas en la cintura de Dominic justo cuando este apretó su trasero y se valió de este para levantarla y tomarla en sus brazos... Poco a poco ya comenzaban a estorbar las prendas de ropa.

No esperaron a llegar a la cama, apenas si pudieron abrir la puerta para entrar al apartamento. Había un deseo retenido, eso se notaba con cada toque desesperado, en la sala las prendas caían sin ningún cuidado, dejando torsos, pechos, piernas, brazos e incluso rincones profundos totalmente desnudos. No querían perder tiempo, ansiaban estar juntos y sentir el compás entre los movimientos de sus cuerpos.

Aprovecho la ventaja que tenía sobre la pelirroja al tenerla cargada, para colocarla de espaldas contra la pared y añadirle unos suaves besos alrededor de uno de sus pechos. Con la otra mano, se encargó del otro pecho, pudiendo apretar y moldear perfectamente mientras sentía la suavidad de un pecho totalmente natural y de buen tamaño, si habláramos de cuerpo, el de Rebeca sería totalmente de su gusto.

- No toques ahí, estoy algo sensible - recrimino la mujer mientras intentaba apartar la mano del hombre de su pecho.

- ¿Me importa? O... ¿De casualidad te pregunté? - respondió de manera brusca.

En cualquiera de los otros casos, que de por sí había varios, cualquier hombre se hubiera detenido, hubiera cesado un poco su deseo y se hubiera fijado en otra parte del cuerpo, pero por castigo o bendición para la pelirroja él no era un hombre común, no cuando aprovecho esta situación para dejar salir una de sus sonrisas de aquella que llaman las menos sádicas y mover sus dedos pulgares por todo el seno hasta posicionarse en sus pezones y hacer presión, darle una orden a un hombre como él sería para él una forma de hacer totalmente lo contrarió.

Amnesia (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora