🍁𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑿𝑿𝑰𝑽/ 𝒄𝒐𝒏𝒕𝒓𝒂𝒕𝒐 𝒂 𝒎𝒖𝒆𝒓𝒕𝒆🍁

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Que lo compre quien no lo conoce, que le crea a quien no le ha mentido y que se confíe aquel que nunca le ha traicionado.

Gabriel

cuarto hijo de los Von Der, convirtiéndolo en el gran orgullo, ya que en esta familia el menor es aquel que se lleva el máximo cargo de la familia, el título del siguiente señor Von Der, desde pequeño siempre estudio lo propio para su cargo, pero estudiar no era suficiente, también tenía que ser hombre...

A muy temprana edad sus hermanos mayores y su padre percibían que era distinto, que sus gustos no eran de un hombre, eso decían ellos, y por eso mismo fue enviado a vivir con los amigos de toda la vida, con los Meyer y así ocultarlo para que se pensara que aquella familia solo tenía tres hijos, así fue como su hermano mayor se quedó con todo, eso fue lo que le dijeron.

Pero aun así, nunca se molestó por ello, además de que tener ese título sobre sus hombros no le permitiría vivir, estaba allí por algo más, no solo para ser un buen amigo, sino por una deuda que tiene su familia.

Una deuda ¿con quién?, se han de preguntar, eso mismo se preguntó Gabriel por muchos años hasta que cuando cumplió dieciséis fue llamado por primera vez por su padre después de once años, sin importarle que tenía un hijo.

Aquella llamada determinó todo para él, no se basaba solo en la razón por la que había vivido con los Meyer, sino también en como su familia traicionaría a sus amigos de toda la vida.

Así que ahí iba, en el auto de su familia, con su padre y el chófer, su padre no se inmutó ni siquiera en mirarlo o preguntar cómo había Sido su vida en una familia ajena, pero realmente no esperaba más que eso.

Vio como el auto estacionaba y al salir del mismo se encontró frente a una gran mansión que tenía de incrustaciones de piedras verdes como decoración en todo el edificio, que generaban patrones, que debido a la luz causaban una figura verde en el suelo, una S.

Fue privado de la gran belleza al sentir como una gran mano se posicionó en su espalda.

—Finge una linda sonrisa y compórtate como si fuéramos muy cercanos—fueron las únicas palabras de su padre después de tantos años.

Las puertas de aquella mansión se abrieron y de ellas solo salió un anciano que dijo ser el mayordomo y lo llevo a la sala de estar.

Por lo poco que pudo ver del interior de aquel castillo, ya que si miraba para otra dirección el mayordomo le tiraba una mirada de lo más amable, aquel lugar tenía colores de la gama de amarillos y anaranjados, pero ningún color era fuerte, y todos tiraban a parecerse a un beige.

Una vez en la sala de estar pudo ver como el concepto se mantenía con los mismos colores, pero los muebles eran algo rústicos, con adornos de piedras verdes de una sola tonalidad, verde esmeralda, y justo en frente había un gran retrato de la familia que vivía allí, todos con los ojos verdes por lo que allí supuso la razón de la pedrería de aquel color.

Mientras observaba a las personas que aparecían en aquel cuadro escucho el sonido de unos tacones contra la cerámica que tenía un estilo que simulaba la madera, su instinto le hizo girar a ver quién se acercaba y se encontró con los ojos verdes de la señora de la casa.

No duro mucho mirándola antes de que su padre le hiciera agachar la cabeza como un perro, eso solo dio más fuerzas a aquel interrogante que mantenía sobre la razón por la que estaba aquí, y entonces la señora hablo, creyó que resolvería sus dudas, pero solo impuso más.

—Ha llegado el momento, y espero no me traiciones o ya conoces las consecuencias.

—No la traicionaré aquí, traje mi heredero, mi hijo más querido.

Amnesia (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora