El BOSQUE OSCURO

Capitulo 11

Daniel había pasado una semana llena de situaciones extrañas y perturbadoras. Sin embargo, decidió guardar silencio sobre ellas, temiendo que sus amigos pensaran que estaba perdiendo la cordura. Las sombras, aquellas entidades oscuras y misteriosas, habían regresado a su vida, y cada vez parecían más amenazadoras.

Durante el día, trataba de ignorarlas, pero se deslizaban por las esquinas de su visión periférica. Parecían acechar constantemente, como si estuvieran esperando el momento oportuno para manifestarse por completo. Sin embargo, lo más inquietante ocurría durante la noche.

Al acostarse, se sumergía en un mar de sueños perturbadores. Pesadillas donde las sombras se materializaban frente a él, envolviéndolo en su oscuridad y susurros ininteligibles. Despertaba empapado en sudor, con el corazón acelerado y la sensación de que algo oscuro y maligno lo observaba desde las sombras de su habitación.

Una mañana en particular, al despertar, notó que sus pies estaban cubiertos de barro. Confundido, examinó la habitación en busca de alguna explicación lógica, pero todo parecía normal. Pensó que tal vez había estado sonámbulo, pero el barro en sus pies se sentía tan real, como si hubiera estado caminando por algún lugar oscuro y desconocido.

La falta de memoria sobre lo que había soñado esa noche lo inquietó durante todo el trayecto desde su casa hasta la panadería donde trabajaba. Los pensamientos sobre las sombras y el misterio que rodeaba sus experiencias lo atormentaban, haciéndolo cuestionar su propia cordura.

Durante su jornada laboral en la solitaria y oscura área de empaquetado y control de stock, luchaba por mantenerse concentrado en sus tareas. Sin embargo, su mente seguía siendo invadida por imágenes fragmentadas de sus perturbadores sueños, flashes de oscuridad y susurros incomprensibles. La sensación de ser observado desde las sombras persistía, creando una atmósfera de inquietud y temor a su alrededor.

El ambiente del lugar no ayudaba a disipar su malestar. Las luces tenues y los pasillos estrechos parecían alimentar las sombras que danzaban en las esquinas. Se sentía cada vez más atrapado en un oscuro laberinto de pensamientos confusos y presencias ominosas.

A medida que la jornada avanzaba, las fuerzas desconocidas parecían intensificarse. Escuchaba susurros apenas audibles que le helaban la sangre y veía sombras moverse fugazmente en su periferia. La sensación de que algo oscuro y malévolo lo acechaba se volvía abrumadora.

En un estado de ensueño que mezclaba la realidad con la fantasía de su imaginación, Daniel realizaba sus tareas laborales. De repente, a lo lejos, escuchó una voz susurrar su nombre. —Daniel... Daniel... Daniel. —La voz se repetía tres veces, envolviéndolo en una sensación de intriga y desconcierto.

Cuando finalmente salió de su ensimismamiento, se dio cuenta de que era su supervisor quien se acercaba apresuradamente hacia él. La expresión de disgusto en su rostro dejaba en claro que no estaba satisfecho con el ritmo de trabajo de Daniel.

—¡Daniel! ¿Qué estás haciendo? ¡Estás retrasado en tus tareas! —exclamó el supervisor, su voz llena de impaciencia.

El muchacho se sintió sobresaltado por la interrupción y por la coincidencia inquietante de escuchar su nombre justo antes de ser reprendido. Trató de disculparse y se esforzó por retomar su ritmo de trabajo, pero la sensación de que algo más estaba sucediendo a su alrededor persistía en su mente. La voz susurrante y las sombras inquietantes se habían entrelazado en su realidad, alimentando su creciente sensación de inquietud y misterio.

—Lo... lo... siento. —dijo Daniel, agachando la mirada—. No me siento muy bien.

El supervisor, lejos de comprender el estado anímico de Daniel, solo se remitió a enfadarse aún más. Comenzó a recriminarle que era un flojo, que faltaba algunos días al puesto de trabajo y que no le importaba si un día lo perdía. Sus palabras caían como un peso sobre los hombros de Daniel, empeorando su estado de ánimo y alimentando su sensación de incomodidad y desamparo.