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Namde abrió la puerta y se asomó buscando a su nieta entre la multitud. Después la vió vagando hacia casa con una cesta más grande en sus manos y sobre ella, la pequeña que le pertenecía.

Su mirada estaba clavada en la nada y se veía perdida en su mente. Algo había sucedido y Namde lo percibió.

—¿Eryn? —la nombró al tenerla cerca, ella la miró y sus labios temblaron levemente.

La mujer tomó la carga de su nieta abriendole paso para que entrara. Dejó todo de lado y volvió a ella quien se sentó en una butaca luego de cerrar la puerta.

—Ya nos alcanzó —susurró Eryn y suspiró con fuerza.

Namde retrocedió pues supo lo que su nieta le informaba. La guerra era el corriente rumor viviente en la ciudad.

—En unos días la oscuridad abordará este barco inestable, la incertidumbre se clava en mi ser. El rey de Gondor viene con el Rey Theoden de Rohan y creo saber quién los acompaña —explicó.

Eryn habían deducido las piezas del rompe cabezas, si ese Montaraz del norte era el mismo que llegó hace dos años, entonces el padre de Ander estaba en camino también.

—Llegó la hora, mi búsqueda que recién iniciaba, concluirá cuando vea de nuevo su rostro —dijo Eryn.

—Eryn, no será tan malo como lo piensas hija —trató de calmarla su abuela— lo prometo.

Más sin dudas Eryn decidió olvidar el tema y se incorporó apartandose hacia su alcoba.

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Al caer la tarde Eryn salió con su bebé en un moisés y con la cesta del traje del nuevo escudero, según había entendido tras la conversación escuchada. Si la guerra estaba a las narices de ella, quería que el pequeño Ander estuviera a salvo y que mejor lugar que estar en las casas de curación con ella y la abuela.

El bebé estaba en silencio, pues estaba dormido y eran los momentos en que Eryn lo contemplaba con anhelo, con orgullo y con nostalgia, aunque cada momento era memorable con Ander.

—Buen día Joven Eryn —saludó una señora, la señora de una casa de finas telas— y buen día a su pequeño —dijo mirando al bebé en su sitio.

—Oh, está dormidito —informó Eryn en voz baja.

—Perdone mi señora —se disculpó la señora apartándose para volver a sus quehaceres, Eryn rió suavemente continuando con su camino.

Tiempo atrás, en aquel entonces cuando el vientre de Eryn dió a conocer su estado la gente la señaló y criticó por ser ella y su pancita, sin su marido y compañero.

Las damas solían salir en cinta cuando ya estaban en un hogar con su cónyuge, pero con Eryn no había sucedido por eso fue duramente criticada.

Pero esas voces no fueron relevantes para ella, pues estaba emocionada por la llegada de su bebé.

Fue un poco larga la espera, pero supo que había valido la pena cuando vio sus ojitos abrirse por primera vez.

Se detuvo al llegar al castillo blanco y se encaminó hacia el borde del enorme jardín acariciando suavemente con la mirada hacia el grisáceo paisaje frente a la cuidad.

Mordor estaba encendido en negrura y ahora eran claras las tonalidades del rojo y naranja del fuego de la montaña junto al maligno ser vigía en el ojo.

HEREDERO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora