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La tos del mago se escuchó por la ciudad, todo estaba en silencio y todas las luces estaban apagadas. Era una calma que te hacía poner los pelos de punta, está calma indicaba ser la calma antes de la tempestad.

Eryn cargaba en sus brazos a su bebé mientras estaba sentada en su lecho dándole de comer, lo veía pegarse con anhelo a su pecho y mover sus pequeños labios con tranquilidad.

Eryn amaba a su bebé, ese pequeño elfo de ojos azules y cabello dorado, para Eryn el es su principito hermoso.

Y es la verdad, el es un príncipe aunque ella no sabe que lo es.

—Estarás bien hijito —susurró deslizando su dedo índice en la mejilla de su pequeño— no importa el costo, tú tendrás una vida feliz, jugaras bajo las estrellas y correrás por los campos.

Le dolía decirlo, no había certeza pero ella pelearía por que la hubiera, para su abuela, su bebé y ella.

Ander sin importar el tiempo que pase, siempre serás mi orgullo y aunque esté sola contigo por ahora te juro que soy feliz, mi pequeño hojita —.

Besó su frente escuchándolo suspirar ya dormido y apartándose de su pecho.

Entonces al sur se reflejó una luz brillante de un poder inimaginable tras las murallas altas de Mordor.

Ya había llegado el momento.

—✧— 

—Peregrin Tuk, muchacho, tenemos trabajo que hacer —el mago viajaba apresurado por los estrechos pasillos de la cuidad seguido del Hobbit quien casi corría para estar al paso del mago — otra oportunidad para que otro de la Comarca pruebe su gran valía.

Recien había llegado la mañana, el desayuno de los hombres se servía justo sobre las mesas y esta era la oportunidad perfecta para encender las almenaras y pedir ayuda a Rohan.

Pipin miró hacia la montaña, en lo alto de la pared rocosa estaba en montículo de madera que daría la señal.

—No debes fallarme —pidió el mago y el pequeño hobbit sonrió hechandose a correr por el pequeño pasillo hacia la pared rocosa.

Por supuesto que él no lo haría, si esta era la oportunidad, talvez habría una esperanza para todos, mientras más pronto se diera el aviso, más pronto vendría la ayuda y a su vez estaría apresurando también un encuentro entre su amigo Elfo y su destino.

Había un destello de esperanza ardiendo en su corazón, esa chispita de esperanza que no se apagaría en la adversidad.

El pie de la pared estaba frente a el, las piedras parecían tener filosos cuchillos sobresalientes que amenazaban con herirlo. Relamió sus labios antes de tomar con confianza la primera roca para empezar a escalar de prisa.

—Esto lo hago en vuestro nombre, por ustedes, Legolas, Eryn y Ander —exclamó nostálgico— va por ti mi hermano, mi amigo —continuó recordando a Merry— por todos ustedes.

En su mente se repetía una lejana canción que deseaba salir entre sus labios, algo que quería bailar en el viento como distracción para poder seguir ignorando el dolor en sus manos y pies.

Pero decidió guardarsela por el momento y solo empezó a tararear suave.

Una roca tras otra, un segundo tras otro y alcanzando el mismo punto final. Pipin subió a la pila de madera analizando con cautela la manera en que podría encenderlo.

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