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De aquí allá se escuchaban murmullos, alguno que otro llanto y muchas despedidas.

Dentro del salón los caballos se mantenían inquietos como si pudieran sentir el temor y dolor de sus jinetes. Y entre todo aquello Eryn encontró a una de sus aprendices llorando entre los brazos de su marido, Elían.

Y aun con su propio dolor se atrevió a girar la mirada hasta el caballo blanco de Legolas. Este había acercado a Ander hasta el hocico del animal donde el bebé intentaba hacerle caricias.

Enternecida por aquello Eryn caminó hasta el grupo, pues cerca también estaban Aragorn, Gimli, Éomer, Gandalf y dos pequeños pero valientes Hobbits, Merry y Pipin.

—¿Que debo hacer cuando te marches? —cuestionó Eryn a Legolas quien volvió a mirarla un segundo.

Legolas relamió sus labios y se detuvo a analizar la cuestión, pronto se hizo de una idea y aunque era peligrosa, era lo mejor para su sol y su hijo.

—Parte a Rivendell —expresó con decisión y no queriendo hacer perder la fe a Eryn expresó lo siguiente— cuando volvamos nos reuniremos ahí con Lord Elrond, si al tercer día de tu llegada no aparezco —Eryn arrugó la nariz al escucharlo, pensar eso dolía— parte al Reino de mi Padre, el te recibirá con los brazos abiertos y a nuestro hijo.

Eryn apretó los labios y aún con el dolor en su pecho asintió. Con cuidado Legolas atrajo a Eryn y besó con cariño su frente para luego entregar al pequeño Ander en sus brazos, besó sus mejillas y su frente mientras le susurraba cuando lo adoraba.

—Si no podemos estar juntos en esta vida, talvez en el palacio de Eru pueda encontrarte de nuevo —susurró a Eryn mientras la tomaba por la barbilla.

Se miraron a los ojos por largos segundos, contemplando con cariño y amor el uno al otro para finalmente despedirse con un tierno beso.

Cuando esto acabó, Legolas subió sobre su caballo y con ayuda de Faramir subió Gimli tras el.

Entonces en lo más profundo del corazón de Eryn aquella grieta creció y le desaceleró los latidos, ver a Legolas ahí como si fuese la última vez realmente dolía y cuando menos lo esperó sus ojos se cristalizaron y en traición una de sus lágrimas descendió quemando a su paso.

Aragorn avanzó con cuidado sobre su caballo y se detuvo frente a Eryn y Ander, ahí la miró destrozada pero tratando de ser fuerte, entonces de despidió de una vez por todas.

—Viaje bueno pequeño Ander que tu madre y tu abuelo te guíen con la gracia de Eru —expresó al niño quien solo rió inocente sin saber lo que ocurría— Buen viaje Eryn...

Esta asintió antes de buscar el valor para hablar.

—La gracia de nuestros antepasados te cubra mi Rey, nuestras plegarias se alzan en petición de vuestro regreso. Adiós Aragorn —expresó y este sonrió ligeramente para luego hacer una diminuta reverencia y marcharse liderando al grupo.

Así Eryn vió a su esposo marcharse sin mirar atrás, pues Legolas temía que al mirar atrás decidiría quedarse y no marcharse pero sabía que esto era lo correcto, en cierto modo era para protegerlos también.

Pronto no hubo más que llanto y el sonido de la caballería avanzando por las calles blancas, marchando hasta lo más profundo del peligro para luchar por una esperanza que se alzaba sobre sus corazones.

El dolor que Eryn sentía de nuevo al mirar desde lo alto del muro a aquellos hombre irse sin certeza de regresar.

Pronto un brazo la rodeó por los hombros y la abrazó para reconfortarla y Eryn sabía que podía contar con él, Faramir.

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