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—Conozco la razón de mis males —explicó Eryn— recibí un golpe demasiado fuerte para mi gusto y eso esta matándome ahora.

Legolas se alzó de su sitio, estaba enojado, decepcionado, triste, no sabía cómo sentirse. ¿Como podia hablar así de simple ella ante la situación?.

—Eryn, tienes infectada una herida, parece no querer sanar. Hay algo muy extraño en ella —dijo Aragorn señalando el brazo de la muchacha.

Eryn miró la herida. Durante esos días no había recordado que la tenía, por supuesto, la obtuvo antes de recibir el brutal golpe.

—Yo sé que no es solamente eso —confesó y aunque parecía ilesa ante la idea de morir, realmente solo quería llorar, no podía dejar a su hijo y a...— ¿Legolas?.

El no la miró, no podía hacerlo. Lloraría frente al resto si la miraba, ¡Por los Valar!.

—Eryn, no te rindas. Lucharemos por salvarte cuando está guerra llegue a su fin —comentó Gandalf y Eryn le regaló una sonrisa.

—Si es que volvemos —continuó Éomer ganándose una mirada de reproche por parte de Aragorn.

—¿Como que si vuelven? —preguntó confundida Eryn— ¿A donde irán?.

El mago suspiró sentándose un segundo en el lecho.

—Le daremos pasó al portador del anillo —explicó el mago— pero para ello debemos sacar a todo enemigo de las tierras de Mordor, eso significa...

—No —cortó Eryn— Por Eru, no pueden hacer eso...

—Es la única manera Eryn. Y es lo último que nos queda —dijo Aragorn.

Eryn sintió de nuevo esa inquietud, ¿El también iría?, podría perderlo y no quería eso.

Recordó su dolor al pensarlo con alguien más y sobretodo ahora la idea de perderlo, aunque le dolió más por qué pronto, ella lo dejaría solo.

—Iré con ustedes —.

Y de pronto el mundo se congeló para Legolas, ella era tan decidida y tan valiente...

Pero no podía dejarla, le aterraba perderla, sobretodo por qué la esperanza de regresar estaba perdida.

Eryn intentó ponerse en pie, pero ante las reprenciones de Gandalf y Aragorn, solo consiguió frustrarse y gruñir desesperada.

Legolas finalmente decidió mirarla, ambas miradas compartían dolor y desesperación, miedo.

—Descansa un poco Eryn. Y no seas terca —la regañó el mago— no vendrás con nosotros.

Y se marchó sin mirar atrás, Éomer le siguió pero el iba en busca de Éowyn pues ver a Eryn en la posición decida de marchar con ellos le hizo pensar en que su hermana talvez estuviese conspirando en secreto para ir también y eso no lo permitiría.

—Vendré por la mañana para revisar tus heridas —dijo Faramir y se acercó al lecho para brindarle una caricia a Eryn.

El hombre miró a su Rey y ambos decidieron marcharse, cerrando la puerta tras de si pues lo que vendría no querían presenciarlo.

Solo hubo silencio por parte de Legolas y Eryn. No querían decir nada.

En todo caso, ¿Que podrían decir?, parecía que el destino conspiraba en contra de ambos.

Eryn con su dolor se esforzó por salir del lecho y a pasos sigilosos caminó hasta estar frente a Legolas.

El simplemente la miró con los ojos llenos de lágrimas, su corazón destrozado y la respiración atorada en sus pulmones por el nudo que se atoraba en su garganta.

La joven sanadora estiró su mano y acarició la mejilla del elfo con tranquilidad, permitiéndose después tomarlo por las mejillas suavemente.

Se alzó en puntillas y a duras penas alcanzó a robarle un suave beso de sus labios por un par de segundos.

Legolas cerró los ojos mientras se acercaba a ella tomándola por la cintura, se dejó acariciar  mientras juntaba su rostro con Eryn.

—¿Me dejarás? —susurró destrozado— justo ahora que te encontré, ¿Volveré a perderte?.

—Tendrás a nuestro más grande amor —expresó Eryn con la voz rota— me iré más pronto de lo que pensé. Esperaba acompañarte por todo el tiempo posible hasta que muriera por la vejez pero no llegaré a ello.

Legolas inclinó un poco el rostro y tomó sus labios nuevamente para besarla y hacerla callar. No quería escucharla hablar de su muerte.

Ine, no dejaré que te marches. No quiero perderte —susurró tras separarse unos centímetros.

—Tampoco quiero perderte, pero no estamos en condiciones de asegurar quedarnos juntos, la guerra aún no termina y tú irás a la batalla. Y yo... —.

Eso solo destrozaba más sus corazones.

—No quiero que vengas a las puertas de Mordor —confesó Legolas.

—Se que no hay certeza de volver y por eso quiero ir contigo, prefiero morir a tu lado y no en soledad o de tristeza —.

—¿Que pasará con nuestro hijo? —preguntó Legolas.

Eryn rodeo al elfo con sus brazos y se escondió entre su cuello. El dolor de su cuerpo por la enfermedad no se comparaba con el de su corazón por dejar a su hijo.

—Con el dolor de mi alma confieso que no lo he pensado, dejarlo solo me dolería más que nada pero es inevitable —dijo en un hilo de voz para luego sin ser consciente echarse a llorar.

Ine, si no salimos en victoria ambos —susurró pues no quería alzar la voz por miedo a que si lo decía en voz alta, se cumplirían los malos pensamientos— que Ander  vaya a casa de mi padre. Después de todo mi padre lo adoraría y protegería en su castillo.

Eryn suspiró limpiando sus mejillas ligeramente.

—¿De verdad eres un príncipe? —preguntó Eryn no pudiendo evitarlo.

—De verdad —afirmó Legolas— eres mi esposa y eso te convierte en princesa y a nuestro hijo en príncipe también.

Eryn sonrió entre lágrimas. Había olvidado que al unirse a Legolas esa noche no solo significaba eso, conllevaba ese fuerte lazo de unión tan significativo para los elfos.

—Casate conmigo de nuevo —pidió Legolas apretujandola contra su pecho.

—¿Porqué?, nuestro hijo ya tiene tu apellido —dijo Eryn, agradecía ese momento.

—Si, pero tú no —.

Ella lo miró a los ojos, Legolas le sonrió con ternura mientras estiraba su mano para delinear la herida que cicatrizaba en su mandíbula y mejilla.

Eryn se volvió a alzar en puntillas. Tal como la primera vez, sus labios se encontraron con timidez y cariño.

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♡Imagen y video tomados de las redes♡

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