Capitulo 10

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Jisung estaba de pie en el umbral del palco Rivington, en el Theatre Royal, incapaz de contener una sonrisa de satisfacción al mirar al público del teatro y notar los numerosos gemelos de ópera que apuntaban a la señorita Giselle Uchinaga.

Si el grado de atención que suscitaba era una indicación, tuviera título o no, fuera hija de una marquesa descarriada o no, Giselle sería una debutante digna de ser tenida en cuenta. La ópera todavía no había comenzado y el palco ya estaba atestado de visitantes, pilares de la sociedad que se acercaban, evidentemente, a saludar a la duquesa viuda y, cómo no, a conocer a la joven y hermosa Giselle.

En el caso de los caballeros más jóvenes, la razón de la visita era todavía más clara, pues todos se afanaban por ser presentados lo antes posible a la muchacha. La velada no podría haber estado mejor planificada, y Jisung era el responsable de aquel éxito. Giselle había llegado al estreno en el carruaje Allendale y, para deleite de Jisung, se había apeado con gracia y aplomo, como si exhibirse para ser juzgada por la aristocracia londinense fuera la cosa más natural del mundo.

Una vez dentro del teatro, Giselle se había quitado la capa para revelar un sensacional vestido de raso, que había sido entregado esa misma mañana en Minho House; madame Hebert se había superado a sí misma y había realizado pequeños bordados con hilos de oro que serían la envidia de todas las mujeres. Entonces había sido escoltada —en la noche más importante de la temporada teatral de Londres— al palco personal del duque de Rivington, donde fue recibida como invitada personal por la duquesa viuda, el futuro duques y el propio duque.

Esa noche el palco Allendale estaría vacío; el conde, la condesa viuda y Jisung presenciarían la función en el palco Rivington, demostrando a todo el mundo que Giselle era aceptada por dos de las familias más poderosas de Gran Bretaña. Y, por si eso no fuera suficiente, habían llegado un poco después Minho y Jiwoong, proporcionándoles a las matronas en busca de maridos para sus hijas aún más tema de conversación.

Era muy raro ver a los elusivos gemelos en acontecimientos tan sociales como ese, y todavía más raro verlos juntos. Jisung se fijó en ellos, uno junto al otro y de pie, como centinelas, unos metros por detrás de su hermana, completamente intimidatorios e idénticos en su altura y atractivo.

A Jisung se le aceleró el pulso mientras estudiaba a Minho. Estaba impecable; había prescindido de aquellos chalecos brillantes que tanto apreciaban los dandis en favor de unos pantalones y una chaqueta negros hechos a medida con el clásico chaleco blanco. Llevaba la corbata almidonada de manera intachable y las botas relucientes, como si hubiera seguido una ruta mágica que no incluía las calles enlodadas de Londres. Estaba perfecto. Es decir, hasta que se notaba la tensión en la postura de sus hombros, en los puños apretados y el músculo que le palpitaba en la mandíbula mientras observaba cómo su hermana navegaba a través del intricado mar de la escena social londinense.

Era evidente que estaba preparado para presentar batalla a quien se interpusiera en la aceptación de su hermana. Como si presintiera su atención, Minho giró la cabeza hacia él. Jisung contuvo el aliento cuando sus miradas se encontraron, atrapado por aquellos brillantes ojos azules, tan agudos e insondables. Él lo saludó con un imperceptible gesto de cabeza. El comprendió el significado: gracias. Le correspondió de la misma manera. Sin confiar en sí mismo para ocultar sus emociones, volvió a mirar distraídamente hacia la multitud que llenaba el teatro, impaciente porque empezara la ópera y pudiera distraerse de su presencia en el palco. La función debería haber comenzado media hora antes pero, por desgracia, la sociedad rara vez asistía al Theatre Royal a escuchar ópera... y pocas veces en la noche del estreno de la temporada. No, la aristocracia asistía a la ópera para ver y ser vista, y los dueños del negocio sabían muy bien cómo contentar a sus clientes. Jisung se volvió para mirar a Giselle, observando con orgullo cómo hablaba con la duquesa viuda y le hacía reír delante de todo el mundo. Perfecto.

Reglas que romper - MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora