Jisung y Jeongin observaban la llegada de los invitados al baile de los condes de Salisbury desde un lado del salón. La amplia estancia estaba bañada con la luz dorada de miles de velas que oscilaban en enormes lámparas de araña. El espacio se veía reflejado en una pared de espejo, dando la impresión de ser el doble de grande y de que todo Londres estaba presente. Algo que, por supuesto, era cierto. El salón de baile estaba a rebosar; repleto de mujeres y jóvenes con trajes de seda y raso de todos los colores imaginables, reunidos en pequeños corros, y hombres con trajes negros de etiqueta hablando de política y de las sesiones del Parlamento.
Jisung se puso de puntillas y miró a su alrededor, convencido de que no habían visto entrar a Giselle. Empezaba a hacerse tarde, y lo último que necesitaba la joven era ser recordada por haber llegado tarde a su primer baile. Sin duda alguna, Minho tiene que saberlo, pensó para sus adentros, mientras seguía buscando con la vista a la muchacha. No tenía la más leve duda de que aquel baile era el lugar ideal para presentar a Giselle en sociedad.
Ese acontecimiento anual, uno de los más populares de la temporada, era ofrecido por los muy estimados y amables condes de Salisbury, a los que él siempre había considerado una de las parejas más agradables de Londres. Cuando falleció su padre habían sido el mayor apoyo de la familia, sobre todo para su desolada madre y para un jovencísimo y mal preparado Christopher, que tenía una terrible necesidad de la tutela que el conde le había ofrecido. Los condes de Salisbury eran sus amigos y le darían la bienvenida a Giselle y a Minho sin dudar. Jisung estaba seguro de ello. Suponiendo, por supuesto, que aparezcan en algún momento. Jisung suspiró. Estaba tan nervioso como el día de su propia presentación en sociedad.
—Llegarán —dijo Jeongin con tranquilidad—. Puede que no conozca a Minho tan bien como tú, pero sí lo suficiente como para tener la certeza de que no se perderán esta velada. —Clavó en Jisung una mirada traviesa—. Y cuando te vea con este vestido, se alegrará de haber venido. Jisung puso los ojos en blanco.
—Estás yendo demasiado lejos, Jeongin, incluso para ser tú —le reprendió secamente. Jeongin se rió y encogió los hombros.
—Quizá... pero no por ello es menos cierto. Hebert se ha superado. Es un traje sensacional. Jisung miró la drapeada seda azul que cubría el corpiño. La tela, que solo había visto bajo la luz diurna, cobraba un brillo diferente bajo la iluminación de las velas. Centelleaba y emitía iridiscencias como si estuviera viva, como el más azul de los océanos. Esbozó una sonrisa al recordar su imagen en el espejo antes de salir de casa. Aquel vestido lo había transformado; ya no era el solterón que asistía a los bailes con una vieja cofia de encaje. —Ahí están. Jisung fue arrancado bruscamente de su ensueño por el susurro de Jeongin.
Miró con rapidez hacia la entrada al salón de baile, una ancha escalinata lo suficientemente larga como para que los asistentes pudieran mirar y recrearse en la gente que accedía por ella. Había muchas personas junto a las barandillas y en la plataforma superior, pero era imposible no percibir a las tres personas que acababan de llegar. Giselle se quitó la nívea capa y permaneció quieta y perfectamente erguida, con su vestido entallado de corte imperio de suave color rosado. Era el modelo perfecto; hermoso sin resultar llamativo, caro sin ser ostentoso. Detrás de ella, moviéndose casi al unísono, estaban Minho y Jiwoong, que se despojaron de los abrigos para flanquear a su hermana. Dos copias exactas de determinación, parecían soldados dispuestos para la lucha. Jisung curvó la boca, divertido. Era posible que la sociedad londinense estuviera más próxima a entrar en batalla de lo que creía. Clavó la mirada en Minho con el corazón desbocado en el pecho, notando la rigidez de su mandíbula y la fría determinación en sus ojos, tan azules que los veía brillar desde donde estaba, casi en el otro lado de la estancia. Y entonces él lo miró. En ese momento se sintió atravesado por una cálida sensación. Suspiró inconscientemente, un suspiro largo y hondo, y Jeongin le dio un suave codazo.
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Reglas que romper - Minsung
أدب الهواة"Nueve reglas que romper para conquistar a un granuja" 1. Besar a alguien... apasionadamente. 2. Fumar puros y beber whisky. 3. Montar a horcajadas. 4. Practicar esgrima. 5. Asistir a un duelo. 6. Disparar una pistola. 7. Jugar a las cartas (en un c...