Capitulo 23

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A Jisung lo despertó el crujiente sonido del papel. Abrió los ojos ante el ruido, desorientado por la grisácea luminosidad que anunciaba que estaba a punto de amanecer, y los cerró otra vez. El fuego de la chimenea se había apagado hacía horas y se acurrucó más cerca de la fuente de calor que tenía al lado, estirándose contra piel caliente y suave... antes de ser consciente de a quién pertenecía aquella piel en cuestión. Separó los párpados de golpe y se tropezó con la mirada atrevida y divertida de Minho.

—Buenos días, emperador. —Jisung sintió más que oyó las palabras que retumbaron en su pecho, somnolientas. Y se sonrojó. Después de todo, no todos los días se despertaba uno con un hombre en su cama. No estaba seguro de cómo debía responder, pero imaginó que ignorarlo no era lo más adecuado. Se apartó en un intento desesperado por restaurar la compostura.

—Buenos días, ¿qué hora es?

—Aún no son las cinco —respondió él, rodeándolo con un brazo y tirando de el para devolverlo a la posición original, apretado contra su cuerpo caliente, duro y... muy desnudo—. Demasiado temprano para que me vaya.

—¡Nos descubrirán! —susurró él.

—Me iré antes de que eso ocurra, precioso —prometió—, pero antes tengo que devolverte algo. Le vio alcanzar la mano libre y reconoció con completo horror el papel que sostenía entre los dedos. Su lista. Se abalanzó sobre él, pero Minho lo mantuvo alejado de la lista con facilidad y le obligó a retorcerse sobre su pecho, intentando alcanzar la hoja. Jisung se dio cuenta con la rapidez de que era una batalla perdida y se detuvo para lanzarle una mirada acusada.

—¡Me la ha robado!

—No es necesario que me mires como si eso fuera cierto, precioso —se aseguró con fingida afrenta—. La perdiste, yo me limité a recuperarla para ti.

—Bien —convino él con dulzura—, es una suerte que hayas acudido en mi rescate, ¿verdad? —Tratado de recuperar de nuevo el papel—. Me gustaría que me la devolvieran.

—Estaré encantado de complacerte, claro está —afirmó él, agitando el escrito en el aire desenfadadamente—, pero ¿no crees que, dada la relación que nos une ahora, debería estar enterado del contenido de tu famosa lista? Después de todo, no me gustaría que tus actividades excéntricas me pillaran desprevenido una vez que estemos casados. Jisung abrió los ojos como platos.

-¡No! ¡No puedes hacerlo! ¡Me prometiste que no la mirarías! —Se retorció otra vez contra él para intentar rescatar la lista de sus garras.

—Sí, bueno, es lo que tiene de malo unir tu destino al de una granuja indomable como yo —bromeó él, gimiendo al notar que el exuberante trasero del joven se frotaba contra su miembro. Lo detuvo con una mano—. Cuidado, emperador, o acabaré por demostrarme a mí mismo, otra vez, lo canalla que soy. Jisung se sintió poderosamente sensual al comprender el poder que su desnudez tenía sobre él. Reptó sobre él, rozándose con absoluta deliberación contra su miembro, y se deleitó al notar que Minho contenía el aliento. —Pilluelo —gruñó él, apoderándose de sus labios para robarle un profundo beso. Una vez que terminaron, dijo—: No, no lograron distraerme. Quiero echarle un vistazo a la lista. Jisung reconoció su derrota y hundió la cara en su torso, con las mejillas en llamas, mientras él la leía. ¿Qué pensaría de él? ¿Qué diría? esperó, a que él asimilara lo que había escrito. Minho se mantuvo en silencio durante mucho tiempo.

—¿Qué es lo que hiciste primero? — preguntó, por fin. Y él quiso morirse de vergüenza. Negó con la cabeza. —Jisung. ¿Qué hiciste en primer lugar? Él respondió, pero las palabras quedaron ahogadas contra su pecho. —No te he oído, cariño. Él giró la cabeza y apretó la oreja justo sobre el fuerte y constante latido de su corazón.

Reglas que romper - MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora