4. El primer día

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La semana de exámenes culminó, al igual que mi periodo académico. Eso significa que mis vacaciones comienzan y con ello, el nuevo cambio de mi vida.

El presidente pagó mis materias. Gracias a eso, logré rendir todos mis exámenes y cumplir con mi última obligación en la facultad de manera presencial. También se me informó que a partir del cuarto año recibiré clases en línea por seguridad.

La noticia del compromiso aún no se ha revelado. Primero deben asegurarse de que esté bajo la protección del presidente e instalado en la Casa Blanca antes que se desate la controversia.

Esa es la razón por la que hoy debo partir.

—Eres muy cautelosa con cualquier cosa, mamá. ¿Por qué esta propuesta salió de tu estándar?

—La vida es sobrevivencia, Yan. El amor no funciona siempre, los acuerdos tienen las cosas más claras. No fue algo fácil de decidir, pero si beneficiaba tu futuro, no podía negarme.

—¿Incluso con las dudas de por medio? Madre me dijo que sospechabas.

Necesito saber cuáles son las suposiciones que Casmichel ha generado en ella, y, sobre todo, esclarecer también mis dudas. Porque no puedo permitir que conozca la verdad sobre esta propuesta.

—¿Él te ha dicho algo? —inquiere con ese tono familiar que domina al estar cerca de la razón. Sus sospechas pueden ser peligrosas y muy certeras.

—No —suelto nervioso—. Hablamos de cosas, pero no eran extrañas.

—Entonces, estarás muy conforme con casarte con él y apoyarlo en su carrera política. Eso era lo único en lo que he dudado. Desea una imagen bonita para crear simpatía en su próxima campaña y la ayuda vine de ti... —hace una pausa con desagrado—. Y de un hijo.

—Es cierto, también lo creía. ¿Eso es algo malo?

—Para mí, sí —contesta indignada—. Porque hubiera querido más para ti, y aunque esto sea un privilegio, es desagradable. No quiero que te lastime, Yan. No quiero verte herido como pasó aquella vez.

—No hablemos de eso, mamá —le suplico—. Era un adolescente, un estúpido adolescente —musito demasiado bajo para que no escuche—. He madurado al respecto, esta oportunidad es perfecta para influenciarme de mejores cosas.

—Creo en ti, Yany. —Estruja mi mano con la suya—. Pero si algo sucede, no te guardes todo ese dolor para ti.

—No tienes que volver a tener miedo de eso otra vez. Estaré bien. Seré un buen caballero y esposo para el presidente, te lo prometo.

Termino de despedirme de ella. Ya me ha dicho todo lo que ha podido. Se encuentra mucho mejor y esperamos que el último trasplante de médula la cure por completo.

Aunque me entristece haber jurado que cumpliré bien mi papel como esposo del alfa, aun cuando es todo un engaño.

—¿Pudiste convencerla? —me pregunta Julián.

Nos encontramos en la entrada, todavía dentro de la casa. Cargo una pequeña maleta con algo de ropa y unos recuerdos; es lo único que se me ha permitido llevar.

El presidente quiere que de ahora en adelante me vistan personas más capacitadas, para no tener que preocuparse por mi estilo colorido y juvenil.

—No hay forma de que lo haga.

—No eres persistente —se queja.

Julián deseaba que toda la familia se mudara a la Casa Blanca conmigo y, en verdad, yo también lo hubiese preferido. La asistente Kaia nos comunicó que era una petición del alfa, pero mamá se negó. Todavía quieren conservar la privacidad de su vida, el ajetreo de ser ubicados y reconocidos por vivir en un lugar como ese, las alejaría de sus vidas tranquilas. Ambas estuvieron de acuerdo en que me fuera solo, y Julián se puso en contra.

El esposo del presidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora