La conmoción que me encierra, no me permite tomar asunto a las reacciones colectivas del personal de salud y los pacientes en general que transitan por el pasillo. Doy pasos cada vez más veloces, con la encargada de la clínica tratando de llevarme el paso mientras me indica el departamento de salud donde se encuentra mi mamá. Escucho con atención el número del piso forzando mi mente a recordarlo. En estos momentos cada información se me borra con facilidad.
Aguardo frente al ascensor, hasta que las puertas se abren y puedo ingresar. Los guardaespaldas se adhieren a mi ritmo y se integran, ocupando sus posiciones a mis costados y frente a mí. Sus espaldas grandes y altas cubren todo, y una especial que se ha colocado enfrente mío y que conozco bien. Alargo la mano para llegar a los botones, pero Evan me interrumpe:
—No se preocupe, señor. Recuerdo el número.
—Gracias —musito con la voz débil.
Estoy rompiéndome lentamente, no tengo emociones para otra situación aparte de la de mi madre.
En silencio el elevador nos traslada hasta el piso superior. Al fin en ese lugar y con mi familia ahí, el sentimiento se engrandece y esa presión interna estalla. Julián me recibe en la sala de espera, y sin importarme los presentes que analizan mi comportamiento, acepto el abrazo de mi hermano.
—Ella estará mejor —susurra a mi oído, su caricia en mi espalda se detiene cuando alejo mi rostro de su hombro para poder mirarlo a la cara—. No permitamos que te vean tan mal. Ten. —Me extiende un pañuelo.
Sus ojos brillosos y rojos me afirman que él ya ha ocupado muchos. Lo tomo con suavidad antes de preguntar algo que no quiero porque sé que me dolerá saber:
—¿Qué ocurrió?
—Fiebre y sangrado nasal —me informa hablando bajo—. Lo contuvieron al llegar, pero ahora sigue inconsciente por el golpe de la temperatura.
Aprieto el paño en mi puño haciéndolo inútil e ignorando su función mientras el picor de mis ojos se fortalece.
—¿Por qué necesita el trasplante ahora mismo? —inquiero algo molesto—. Se suponía que estaba recibiendo el tratamiento antes de que pudieran realizárselo.
Él suelta un suspiro, indeciso de sí contar lo que sabe.
—¿Su estado es muy crítico? —pregunto con la voz temblorosa—. Julián...
—Sí —confiesa abatido—. Evalúan su condición, para saber si es favorable el trasplante. Sin embargo, los médicos ya nos alertaron que deben proceder de emergencia.
—¿Hace cuánto tiempo de que la trajeron? No es posible que lleven aquí tan poco —asevero, meneando la cabeza por el enojo con el que hablo—. Me lo ocultaron, ¿no es así?
—No —espeta Julián en defensa—. No de esa manera... Ocurrió a mediodía, y apenas le realizaban los exámenes, no sabíamos que propondrían esto, o que sería peor.
—¡Es mi madre! —digo, indignado por la exclusión—. Incluso si era algo pequeño no debían ocultármelo... —Julián se acerca para controlar mi movimiento de brazos.
—Para de hablar tan fuerte —ordena entre dientes—. Comprendo que estés tan alterado, pero ahora eres una figura pública y hay personas presentes.
Enmudeciendo por completo regreso la mirada hacia los asientos de adelante. Me sorprendo al encontrar las tres figuras rígidas de los alfas quienes se encuentran de espaldas, cubriéndonos de los vistazos ajenos. Vuelvo a ser consciente de los parloteos y el ruido de la clínica. No obstante, eso no pudo ser suficiente para ensordecer el estallido que acabo de tener. Inhalo con fuerza. Las emociones me han guiado mal, incluso cuando se me ha explicado la discreción que debo tener en situaciones de este nivel.
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El esposo del presidente
RomanceEn un mundo donde las apariencias políticas se entrelazan con las problemáticas de la sociedad, Yan un omega, se encuentra atrapado en un torbellino de intriga y deber. Cuando el respetado presidente de los Estados Unidos, un alfa enigmático, lo eli...