En mi mente se expande el caos, un remolino de voces resonando e imágenes devolviendo una tras otra la reciente escena, todo esto me provoca asfixia y desesperación. La voz de Evan disminuye en el fondo hasta que ensordezco, lo único que alcanzo a distinguir es mi voz repitiendo una y otra vez:
—Disculpa, debo irme. Por favor, tengo que irme.
Una vez fuera sé que no puede perseguirme, tomo la ventaja y me marcho veloz a refugiarme en el departamento. El gran espacio parece reducirse ante mi estado aturdido.
Respiro rápidamente, sosteniéndome del granito del lavabo. La imagen frente a mí es borrosa. Hasta que el mareo cesa y veo mi reflejo aterrado. Ojos expandidos y el rostro pálido.
El dolor del golpe se ha ido, sin embargo, la consecuencia es visible.
Me limpio la sangre y encuentro la herida por dentro.
Al menos no se notará.
Me lavo la cara e intento ocultar el rojizo con algo de maquillaje. Todavía no encuentro el valor para regresar al salón.
¿Qué haré? No quiero que me vean en este estado.
El escenario persiste en mi mente, y a la vez no termina por asentarse, no me es posible procesarlo. Tengo tantas preguntas y no puedo responder ninguna.
Recurro a mi celular para mensajear a madre y pedirle encontrarme aquí.
Espero que ya lo sepa, pero al responder me deja en duda cuando pregunta por mamá.
¿Mamá...? ¿Podré seguir llamándola de esa manera?
Unos momentos más tarde cuando he conseguido un poco de calma. Madre Julianne aparece en el recibidor del departamento.
—Parece que quiere irse a casa —le digo manteniendo la voz firme, fingiendo perfecto.
—¿Qué ocurrió? —Julianne presiente la situación, sé que puede oler la amargura que me embarga.
—Pídele que te lo cuente. No necesito ocasionar un desorden aquí. Si ella ha decidido actuar de tal manera, debe responsabilizarse por sus actos.
Deseo borrar esto con una pasada de mano, mas, eso no ocurrirá. Así que, tengo que deshacerme de esto por lo menos ahora.
Supongo que desde el principio no tenía que soportar tal trato hacia Evan, pero el miedo a ella era más grande.
—¿Es tan grave? —La alfa me evalúa con la mirada, yo asiento en respuesta, no hay forma de ocultarle que todo ha ido mal.
—Esto es difícil. Solo que no creo poder verla por un tiempo. Espero me entiendas.
Julianne suspira afligida, como si la deducción de nuestra pelea fuera suficiente para decepcionarla. No de mí. Lo sé por la manera en que me mira, con comprensión.
Me siento mal por ella, no quisiera tener que hacerle esto. Sin embargo, no puedo dejar que Zhaya se vaya sola.
—Está bien. —Al final se acerca para darme un apretón en la mano—. Lamento que lo arruinara. Llamaré cuando lleguemos a casa.
—Gracias. —Le doy un abrazo rápido. No quiero que me sienta temblar sí es que aún lo hago—. Vayan con cuidado.
—Llegaremos con bien, tranquilo. Feliz Navidad.
—Feliz Navidad, mamá.
Las cejas se le juntan cuando realiza esa expresión de ternura. Sonríe para luego alejarse, marchándose en dirección a la salida del departamento, pero no me resisto y acabo corriendo a ella para acompañarla.
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El esposo del presidente
RomanceEn un mundo donde las apariencias políticas se entrelazan con las problemáticas de la sociedad, Yan un omega, se encuentra atrapado en un torbellino de intriga y deber. Cuando el respetado presidente de los Estados Unidos, un alfa enigmático, lo eli...