Al iniciar los preparativos para la boda, las cosas en la Casa Blanca aumentaron de ritmo.
El resto de septiembre pasó como un pestañeo y octubre empezó con rapidez. La situación con el hermano de Leo y la indudable propuesta de Evan, fueron fáciles de ignorar. Entre el ajetreo de los arreglos para la ceremonia, el inicio de mis clases y la fiesta de cumpleaños de Aren, olvidé muchos problemas.
O por lo menos, me presioné a no regresar la mirada a algunos. Aunque fue difícil, ya que él estaba presente casi todo el tiempo, cubriendo mis movimientos en los lugares externos de la casa, observando; como un perro guardián. Me pregunto lo que pensará mamá cuando se entere. Sé que no he dado un paso en falso y que tampoco tengo interés en hacerlo. No me afligiré por su presencia, tengo suficiente cabeza para aceptar que es su trabajo y debo respetarlo. Lo único que me inquieta es que aún necesite auxiliarme como cuando adolescente.
Pero no quiero ocuparlo, menos para un apoyo cuando él no está.
Las últimas semanas, el presidente ha estado regresando tarde cada noche. Con los ruidos que hace en la habitación, siempre me despierta en el momento en que entra, pero yo elijo fingir dormir hasta que él se mete en la cama y se duerme.
Ahora trabaja todos los días monitoreando la situación desde la oficina oval. Se ha dedicado arduamente y ha conseguido resultados.
Las jaulas de fiera comenzaron a ser controladas, y la problemática está reduciendo en gran cantidad.
A pesar del estrés y las malas noches que ha tenido que pasar, jamás he notado en él una apariencia agotada o desaliñada. Tal vez se deba a su naturaleza de alfa. Cada mañana sale de la habitación, desprendiendo por lo alto ese aire intocable junto con la elegancia de su traje. Y en la noche regresa de la misma manera, toma una ducha, se viste y luego duerme profundamente. De vez en cuando lo observo, se ve apacible, sin ese ceño apretado ni el gris intimidante de sus ojos de cazador. Se esfuerza, y lo hace por todos esos omegas.
Yo también quisiera que se esforzara por mí.
No puedo culparlo, ya tiene tanto que hacer. Se está enfrentando a problemas más serios como para preocuparse por este matrimonio. No importa, espero esa droga se erradique por completo para que todas las personas y en especial mi hermano estén seguros.
Corto el resto de la cinta del lazo del regalo acomodándolo por última vez. Espero le agrade. Abro el cajón de mi escritorio y lo guardo.
Es viernes y acabo de terminar mi última clase. Las vacaciones no podían ser para siempre, así que ahora tengo que pasar la mañana en mi estudio para encargarme de aprobar mi último año de universidad.
Pero que sea fin de semana no es lo importante de hoy. Lo que me tiene feliz es que hoy es día de visitas en la clínica. Después de estos meses por fin voy a poder ver a mi mamá.
Acepto la gabardina que Dili me tiende antes de despedirse y luego voy rumbo al auto.
Es final de octubre, estamos en otoño y el clima se ha vuelto más frío en Washington. A pesar del entretenimiento visual de los árboles con hojas naranjas siendo tocados por la luz del sol, el viaje a la clínica se hace tan largo que me pone ansioso. Y cuando por fin termina, me siento demasiado ilusionado que debo controlar el impulso de salir corriendo hasta ella. Ingreso a la habitación después de prepararme y la veo en su cama, con su cabeza envuelta con una pañoleta y la cara pálida. Está demasiado delgada.
—Hola, Yany. —Sin embargo, su voz es igual de fuerte que siempre.
Lucho, lucho en vano por contener mis lágrimas. Pero soy un flojo, un mimado, y la he extrañado mucho tiempo. Llorando me acerco a ella para sostenerle la mano, deseo lanzarme a su pecho igual que de niño, aunque debo recordarme que aún está débil como para sostenerme.
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El esposo del presidente
RomanceEn un mundo donde las apariencias políticas se entrelazan con las problemáticas de la sociedad, Yan un omega, se encuentra atrapado en un torbellino de intriga y deber. Cuando el respetado presidente de los Estados Unidos, un alfa enigmático, lo eli...