Jeno estaba persiguiendo algo; Renjun estaba seguro de ello. Estaba jugando un juego cuyo propósito todavía no estaba completamente claro para Renjun.
No sabía qué esperar del otro hombre luego de anoche. Joder, no sabía qué esperar de sí mismo después de anoche. Ya no estaba seguro de cómo actuar en torno a Jeno. Su plan a medio cocinar, de pretender ser un chico ignorante y vulnerable para lograr que Jeno dejara caer la guardia a su alrededor parecía irrisible ahora. Ya no necesitaba fingir. Se sentía terriblemente inhibido y vulnerable después de revelarle a Lee Jeno, de todas las personas posibles, su perversión más vergonzosa: que le excitaba ser forzado, usado, rebajado y llamado de forma despectiva. Ninguno de sus anteriores novios había sabido de ese fetiche en particular. Renjun siempre había estado demasiado avergonzado para contarles, sintiéndose como una aberración por excitarse con algo como eso. ¿Por qué no podía ser normal?
—No quiero hablar de ello —dijo Renjun, manteniendo los ojos fijos en la bandeja de comida y resistiendo la urgencia de alejarse del hombre que estaba a su lado.
La cama parecía ser tan pequeña con el largo cuerpo, de hombros anchos, de Jeno estirado casualmente sobre ella. ¿Tenía que sentarse en la cama de Renjun? Había una silla perfectamente buena en la habitación.
—¿Por qué? —dijo Jeno.
—No sé para usted, pero el sexo es un tema privado para mí —dijo Renjun tan calmado como pudo, cortando un trozo de manzana con el cuchillo y llevándoselo a la boca.
Se preguntaba por qué Jeno le permitiría tener un cuchillo, si tuviera alguna ilusión delirante sobre su capacidad física para vencerlo en una lucha. Era obvio que los músculos de Jeno no eran resultado de ejercicios físicos y una buena dieta. Jeno se movía con la fluidez y confianza de un hombre que sabía usar su cuerpo como un arma.
La pregunta era: ¿Por qué estaba este peligroso -y presumiblemente muy ocupado- hombre perdiendo su tiempo viendo comer a Renjun y preguntando cosas que Renjun no quería discutir?
Todo era muy desconcertante, especialmente luego de la última noche... después de que Jeno follara su boca, lo besara hasta que los dedos de sus pies literalmente se enroscaran, y luego irse a su dormitorio a follarse a una mujer cuyos gemidos Renjun podía oír incluso a través de las dos puertas que separaban sus habitaciones.
Renjun frunció los labios.
—No eras una cosita tan mojigata anoche —dijo Jeno.
—Anoche fue un error —dijo Renjun con rigidez, mirando los restos de su plato y luchando contra el sonrojo—. No soy... no soy así.
—¿Así cómo? ¿Gay?
—No, obviamente soy gay —Renjun levantó los ojos hacia Jeno. Intentó no mirar a los pequeños pedazos de piel que asomaban debajo de la camisa a medio desabrochar de Jeno—. Mire, tiene una impresión equivocada. No me gustan ese tipo de cosas... no realmente. He tenido cuatro novios y no he hecho nada como eso con ninguno de ellos.
Una sonrisa floja curvó los labios de Jeno.
—Me halagas.
Cuando Renjun lo fulminó con la mirada, Jeno sonrió más ampliamente, divertido. La sonrisa realmente alcanzó a su mirada fría, y por primera vez, Renjun entendió lo atractivo y encantador que podría ser este hombre si quisiera serlo. La idea lo inquietó.
No quería registrar ese dato.
—No habla muy bien de tus relaciones si no podías contarle a tus parejas qué es lo que te gusta —dijo Jeno, estudiándolo con los ojos entrecerrados.
Paseando la vista por la habitación, Renjun dijo:
—No es... realmente no es la gran cosa. Una relación, para mí es algo más profundo que algunas perversiones raras —Renjun acomodó un rizo suelto tras su oreja—. No es como que yo esté tan interesado en ello. No soy un monstruo.