Capítulo 17

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—¿Hay algún motivo por el que me estás mirando fijamente desde hace diez minutos? —dijo Jeno abrochándose la camisa de vestir.

Renjun desvió la mirada hacia la ventana. Con las rodillas contra el pecho y sus desnudos brazos enroscados en torno a ellas, se veía pequeño y muy joven. La luz de la mañana se reflejaba en su pelo dorado y coloreaba sus altos pómulos con un brillo saludable. Habría parecido un ángel inocente e incorrupto, si no hubiera algo tan sensual en la curva de su regordeta boca. No por primera vez, Jeno pensó que el chico parecía más de ascendencia francesa que china-inglesa.

—Mira quien habla —dijo Renjun sin mirarlo, con una diminuta sonrisa forzada en los labios. Estaba de un humor extraño.

Jeno miró su perfil por un momento, antes de decidir que no tenía tiempo para interrogarlo. Renjun había estado particularmente insaciable esta mañana, y Jeno ya estaba llegando tarde por su culpa. Yeji, pese a lo entrometida que era, no se merecía ser plantada por su hermano el día de su boda.

—No volveré hasta la madrugada —dijo Jeno, poniéndose la chaqueta del esmoquin. —Mingyu te traerá tu comida. Mañana regresaremos a Rusia.

Atrapando el labio entre sus blancos dientes, Renjun asintió, todavía sin mirarlo.

—Adiós —dijo, sus brazos apretados alrededor de sus rodillas.

Jeno se detuvo junto a la puerta.

—¿Algo está mal?

Renjun negó con la cabeza, sonriendo torpemente.

—Sólo estoy harto de estar atrapado aquí dentro, supongo.

Jeno no estaba convencido, pero realmente no tenía tiempo para esto.

—Te veré esta noche —dijo, abriendo la puerta.

—¡Espera!

En un abrir y cerrar de ojos, Renjun salió de la cama y corrió hacia él, en un aluvión de extremidades pálidas y rizos desordenados. Enroscó sus brazos alrededor del cuello de Jeno y presionó sus bocas. Sus labios suaves, afelpados y desesperados, como si no hubieran pasado horas teniendo sexo.

Jeno se rió, hundiendo los dedos en las redondas nalgas de Renjun. Pero le devolvió el beso, tomando el control del mismo como le gustaba a Ricitos. Fue recompensado con suaves y necesitados gemidos de placer mientras que el muchacho se aferraba a él. Jeno lo consintió, aunque luego de horas de sexo conseguir una erección era imposible, incluso para un hombre con su libido.

Pero realmente no podía quedarse ni un momento más. Se apartó, sus labios se separaron con un ruidito mojado y se aclaró la garganta.

—Suéltate de mi camisa, gatito.

Aturdidos ojos marrones lo miraron por unos instantes antes de que Renjun prácticamente saltara alejándose y uniera las manos detrás de su espalda, luciendo nervioso. Se sonrojaba tan bellamente.

Los labios de Jeno se adelgazaron ante la idea. Realmente no le gustaba el efecto que el muchacho tenía en él. Cuanto antes se deshiciera de Renjun, mejor.

Sin decir nada más, dejó la habitación. La puerta se trabó detrás de él.



Las bodas eran jodidamente fastidiosas. No lo ayudó el que Jeno hubiera pasado la mayor parte del día teniendo que soportar a sus numerosas tías con sus preguntas sobre su propio estado civil y cuándo este iba a cambiar. Aparentemente, estar del lado equivocado de los treinta y ser soltero era "trágico, simplemente trágico".

【𝖚 ┃𝖕┃ 𝖈】 ||ɴᴏʀᴇɴ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora