—Te dije que te mantuvieras lejos de esta habitación —dijo Mingyu cuando le trajo comida.
Renjun agarró la bandeja e ignoró sus palabras. En los últimos seis días, desde que Jeno se había ido, había perfeccionado el arte de ignorar al jefe de seguridad de Jeno. No era difícil. No sabía qué le habría dicho Jeno a Mingyu, pero últimamente el musculoso apenas se atrevía a mirarlo cuando le traía la comida.
Era algo gracioso cuan cuidadosamente Mingyu evitaba todo contacto visual. Contrastaba muchísimo con la forma en que se había comportado anteriormente: la mirada en los ojos de Mingyu había provocado que Renjun se sintiera incómodo cada vez que Mingyu lo había visitado. Ahora el tipo apenas miraba en su dirección, incluso cuando se irritaba y regañaba a Renjun por alguna cosa.
—Se enojará si regresa y te encuentra aquí —Mingyu insistió.
Renjun encogió los hombros.
—Entonces debería haber bloqueado el acceso a la habitación desde mi lado —dijo, encendiendo el televisor y poniéndose cómodo contra las almohadas.
La televisión era el principal motivo por el que había estado pasando más tiempo aquí que en su propio cuarto, eligiendo ignorar la desaprobación de Mingyu cuando lo descubrió por primera vez en el dormitorio de Jeno hace varios días.
Aunque la mayoría de los canales fueran rusos, resultaba un alivio tener algo para alejar su mente de la situación en la que estaba... y el aburrimiento que carcomía sus sentidos.
Renjun era una persona social. Nunca había sido demasiado bueno para entretenerse por su cuenta, y aquí nada sucedía. En ocasiones veía a los guardias riéndose, bebiendo e intercambiando bromas sucias en el patio trasero. A veces escuchaba sonidos lejanos de canciones y risas de borrachos a través de la puerta.
Parecía que con el jefe fuera, los hombres de Jeno se volvían mucho más relajados e indisciplinados. Nunca se comportaban de esa manera cuando Jeno estaba en la casa. Renjun estaba seguro de que si no estuviera encerrado, podría haberse escapado sin que lo notaran. Podría haberse escapado.
—No se supone que estés aquí —dijo Mingyu.
Renjun se sirvió algo de café y lo probó, estudiando a Mingyu por sobre el borde de la taza. Sabía que Mingyu lo deseaba; lo había notado desde el primer día. Estaba bastante seguro de que Mingyu era un homosexual latente. Consideró la idea de utilizar a Mingyu para escapar, pero la idea de seducirlo le revolvía el estómago. No podría hacerlo. No sólo porque no se sentía atraído por el tipo en lo más mínimo, sino también que se sentía inseguro ante él. A diferencia de Jeno, Mingyu podía ser violento sin ningún motivo.
Renjun recordaba el brillo sádico en sus ojos mientras Mingyu miraba cómo sus guardias lo golpeaban. Debía ser cuidadoso.
—Estoy bastante seguro de que eres tú quien no debería estar aquí —dijo Renjun con calma—. Se supone que deberías traer mi comida e irte. Tu jefe no estaría complacido al saber que estás desobedeciendo sus órdenes.
No podría negar que se sintiera bien saber que las órdenes de Jeno lo protegían. Obviamente, Jeno tenía otros motivos para darle esas órdenes pero, aún así, Mingyu no podía de hecho hacerle nada. Y ambos lo sabían.
Mingyu frunció el ceño y salió disparado, murmurando en ruso sobre cuanto Renjun iba a arrepentirse una vez que Jeno volviera.
Renjun se mordió el labio. A decir verdad, no estaba demasiado seguro de que Mingyu estuviera equivocado. Estrictamente hablando, Jeno no le había permitido explícitamente pasar tiempo en su habitación. Jeno simplemente lo había dejado en este cuarto después de...
Suspirando, Renjun bajó la taza y empezó a pasar los distintos canales, intentando ignorar el sentimiento de inquietud bajo la piel. El tiempo pasaba tan lentamente. Era miércoles; Jeno no debía regresar hasta mañana, y Renjun se sentía picado por la impaciencia. Sólo era... que se sentía como atrapado en el limbo, esperando cualquier noticia del mundo exterior. Ya habían pasado casi tres semanas desde su secuestro, y él tenía muchísimas preguntas y ninguna respuesta.
Se seguía preguntando qué estaría pasando con su familia y amigos. Estaba preocupado por Sicheng: su amigo estaba demasiado deprimido para quedarse solo por tanto tiempo. ¿Estaría Sicheng incluso comiendo? Y seguramente el padre de Renjun ya debería saber que había sido secuestrado. ¿Ya lo habrían contactado? ¿O a su madre? ¿Habría alguna demanda por su rescate?
Renjun frunció el ceño. Sin embargo, eso no tendría sentido. Jeno no necesitaba exactamente el dinero. Era asquerosamente rico, su patrimonio oficial lo convertía en uno de los hombres más prósperos en Europa del Este (y Renjun no tenía dudas de que su patrimonio oficial no estaba ni cerca de su patrimonio real). Pero si no estaba tras el dinero, ¿Por qué estaba Renjun aquí? Seguro, toda la cosa del secuestro podría ser un simple acto de venganza contra su padre, pero Renjun no había sido herido, así que ¿Cuál era el punto? Sí, antes de que llegara Jeno, sus hombres lo habían maltratado un poco, pero Renjun no creía que fuera por órdenes de Jeno. ¿O lo fue? ¿Estaba Jeno jugando algún elaborado juego mental con él?
Mierda, todo era tan desconcertante y frustrante. Incluso sin tomar en consideración... esa cosa entre Jeno y él que se estaba haciendo difícil de ignorar.
Dos veces. Ya había ocurrido dos veces.
Ni siquiera eran las mamadas lo que molestaba a Renjun. Era la atracción, la fuerza intrínseca de la misma, la servil intensidad de esa atracción. ¿Cómo debería llamar a la atracción hacia un hombre frío, manipulador y que ni siquiera le gustaba? Un caso de estupidez.
Renjun se carcajeó en voz alta. Sí, definitivamente. Era tan estúpido. Se había prometido a sí mismo que no volvería a involucrarse con cabrones. Se lo había prometido. Quería conocer a un tipo agradable, enamorarse e iniciar una familia. Una verdadera familia. Un marido. Muchos niños. Una linda y acogedora casa llena de risas, alegría y amor. Sicheng lo llamó "ingenuo sin esperanzas", pero Renjun no se avergonzaba de sus sueños.
Habiendo crecido con un padre distante y una madre que había vivido lejos por la mayor parte de su vida, Renjun siempre había anhelado un hogar y una familia. Ser gay complicó un poquito todo -o mucho, teniendo en cuenta lo homofóbico que es su padre- pero Renjun se negó a renunciar a su sueño. Era el siglo XXI. En algunos países, los gays podían casarse. También existían formas de tener hijos: adopción, alquiler de vientres. Sus sueños eran alcanzables. Sólo tenía que encontrar un hombre agradable con quien construir una vida... y dejar de engancharse con idiotas.
Renjun sonrió. Hasta ahora, estaba haciendo un trabajo fantástico. Jeno hacía que todos sus ex novios parecieran santos en comparación. Sus exs sólo eran imbéciles; ni siquiera estaban en la misma categoría que Jeno, quien realmente hacía cosas como secuestrar gente... y probablemente cosas mucho peores. Y aún así permitía que el tipo lo tocara y empujara su polla por su garganta cada vez que Jeno quisiera. Carajo, había estado ansiándolo. Era tan vergonzoso, incluso para sus lamentables estándares. Sicheng lo llamaría idiota y tendría toda la razón.
Suspirando, Renjun enfocó su atención en la pantalla del televisor. Estaban dando un capítulo de "Masha y El Oso". Ya lo había visto anteriormente con su ahijada, Yizhuo, pero por algún motivo, la caricatura era mucho más divertida en ruso, y Renjun se encontró riéndose ante las estupideces de Masha.
—¿Qué estás haciendo aquí?
La sonrisa de Renjun se deshizo en su cara.