—Recuérdale a Richter que selle el trato con Sergey cuanto antes —dijo Jeno, sin levantar la vista de su computadora—. Espero un informe detallado a fin de mes. ¿Alguna noticia de Irene?
Mingyu dudó, preguntándose si debía decirle a Jeno lo sorprendida que estuvo Irene por su ausencia en las negociaciones. Usualmente, Jeno era bastante adicto al control. Pero entonces otra vez, nada era jodidamente normal por aquí últimamente.
—Está haciendo todo lo que puede —respondió Mingyu, decidiendo no hacerlo. El humor de Jeno podía ser impredecible—. Ella dijo que las negociaciones van razonablemente bien.
Jeno tarareó.
—¿Algo más?
—Recibimos a algunos investigadores del Servicio Secreto de Inteligencia Británico.
Jeno levantó la mirada.
—¿Otra vez?
Mingyu asintió, frunciendo el ceño.
—No parecen sospechar nada, no tienen nada que nos incrimine, pero están solicitando una reunión contigo. Por lo que dicen, hace un mes, fuiste la última persona con la que Huang Renjun se reunió antes de su desaparición.
—Ya le he dicho todo lo que sé a la policía rusa —dijo Jeno, aplastándolo con una mirada inexpresiva—. El SIS (Servicio secreto de inteligencia británico) puede preguntarles. ¿Por qué me molestas con esto?
Mingyu frunció los labios.
—¿No crees que deberías acordar una reunión con ellos? ¿Para disipar cualquier sospecha?
—Soy CEO en múltiples corporaciones de todo el mundo —dijo Jeno lentamente, como si estuviera hablándole a un niño pequeño—. Mis citas son reservadas con meses de antelación. Sería demasiado sospechoso si conviniera a una solicitud extraoficial, considerando que, supuestamente, apenas conozco a la persona desaparecida y pasé un total de cinco minutos en su compañía. Tengo una coartada a prueba de balas.
—Sí, pero... quizás Huang Randall les ha dicho sobre el coraje entre ustedes —dijo Mingyu—. Si lo hizo, ellos sabrían que tienes un motivo.
—Huang Randall perdería mucho más que yo, si hablara —dijo Jeno antes de regresar su mirada a la computadora—. Puedes irte.
Cuando Mingyu no se movió, Jeno alzó la vista nuevamente.
—¿Algo más?
Mingyu se mordió el interior de la mejilla.
—No tengo todo el día, Mingyu —dijo Jeno.
—Ha pasado más de un mes desde que tenemos al muchacho —dijo Mingyu, con voz entrecortada—. Y aún no lo has utilizado.
Jeno clavó sus oscuros ojos en él. Mingyu tragó, recordándose que él era lo más parecido que Jeno tenía a un amigo desde la muerte de Mike.
—¿Me estás pidiendo que te explique mis motivos? —Jeno dijo por fin, en un tono bajo y aparentemente casual. Mingyu lo conocía mejor.
—No, para nada —dijo rápidamente—. Es sólo que... estoy preocupado. Cuanto más lo mantengamos aquí, será un mayor riesgo de seguridad. Al menos déjame moverlo a una posición más alejada y segura... Quizás a la casa de seguridad cerca de Omsk. O...
—No.
Mingyu esperó, pero cuando no hubo ninguna explicación adicional, apretó los dientes. No era que pensara que tenía derecho a conocer todos los proyectos de Jeno, pero esta cuestión era en realidad su trabajo. Se suponía que fuera informado sobre cualquier riesgo potencial a la seguridad, y el muchacho que actualmente estaba encerrado en la habitación de Jeno sería un mayor riesgo de seguridad cuanto más se quedara en la casa, apenas en las afueras de San Petersburgo.
Mientras que Mingyu confiaba en la lealtad de sus hombres, él no se engañaba a sí mismo pensando que las traiciones eran imposibles.
—Pero —intentó de nuevo—. El muchacho...
Jeno se lo quedó mirando.
—El muchacho no es asunto tuyo. Puedes irte.
Asintiendo con fuerza, Mingyu salió de la habitación. Una vez de regreso en el centro de control, se sentó en su silla y miró fijamente a los monitores de vigilancia.
Luego de un momento, tecleó el código de acceso en el teclado, y emergieron las imágenes de la cámara de seguridad en la habitación del muchacho Huang. El chico estaba tumbado en la cama, leyendo un libro. Mingyu frunció el ceño; no pensó que hubieran libros en aquella habitación. Se quedó mirando la pantalla un poco más, desconcertado por lo cómodo que se veía el chico, para alguien que estaba cautivo.
Mingyu estaba a punto de apagar la pantalla de seguridad cuando el chico de repente levantó la vista del libro, mirando hacia la puerta. Jeno entró en el cuarto y dijo algo. No había audio, por lo que Mingyu sólo podía adivinar lo que le estaría diciendo. Renjun le respondió y, frunciendo los labios, regresó su mirada al libro. Descartando su chaqueta, Jeno se acercó a la cama y levantó la cabeza del muchacho. El mocoso de Huang lo miró fijo, con los labios haciendo pucheros.
La mandíbula de Mingyu se desencajó cuando el muchacho prácticamente saltó sobre Jeno y lo besó, enroscando sus piernas en la cintura de Jeno.
Así que el muchacho era un homo. Ahora tenía sentido por qué Mingyu se sentía raro en torno a él. Burlándose, Mingyu esperó a que Jeno empujara al maricón y le metiera un puñetazo en la boca. Excepto que Jeno le devolvió el beso, afirmando sus manos en el trasero de Renjun.
Qué carajo. Que jodido carajo.
Cuando Jeno tiró al chico sobre el colchón y se trepó sobre él, Mingyu apagó la transmisión y se quedó mirando la pantalla en negro. Sabía que algo estaba ocurriendo cuando Jeno dejó de follarse cualquier tipa, pero nunca habría adivinado esto luego del regaño que había recibido de Jeno por estar algo distraído por ese maricón.
Maldito hipócrita, Mingyu pensó sombríamente, con una sensación apretada enroscándose en la boca de su estómago.