Capítulo 15

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Mingyu irrumpió en la oficina de Jeno.

—¡No puedes estar hablando en serio!

Sólo cuando su jefe levantó sus ojos, para nada intimidados, de su computadora, Mingyu se percató del error que había cometido.

—¿Perdón? —dijo Jeno. Mingyu se obligó a encontrar su mirada con resolución.

—Lo siento, Jefe Lee, pero no puedo estar de acuerdo con tu decisión de llevar al muchacho a Suiza. Es un gran riesgo de seguridad... podría ser detectado en el aeropuerto o...

—¿Tengo que recordarte que usaremos mi avión privado? —preguntó Jeno—. Nadie se atreverá a revisarlo. Te ocuparás de ello personalmente.

—Por supuesto —dijo Mingyu, tragándose las protestas.

La mirada de Jeno se tornó penetrante y filosa.

—Si tienes algo que decir, dilo.

Mingyu dudó, inseguro sobre cómo sacar el tema.

—Estás follándote al mocoso de Huang.

No hubo ni un atisbo de sorpresa o vergüenza en los oscuros ojos de Jeno. Su rostro no develaba nada.

—Sí —dijo—. ¿Y cuál es tu punto?

Mingyu no creía haberse sentido tan incómodo en presencia de Jeno anteriormente.

—No sabía que estuvieras... interesado en hombres.

—No sabía que debía informarte de mi vida sexual, Mingyu —dijo Jeno amistosamente, con una mirada para nada amistosa.

Tragando duro, Mingyu retrocedió un paso.

—Por supuesto que no...

—Pero en caso de que te lo preguntes, no me interesan los hombres.

Mingyu frunció el ceño.

—Pero... pero ¿Qué con el chico?

Prendiendo un cigarrillo, Jeno se recostó en su silla y lo observó con frialdad.

—Para finales del año, las Industrias Huang serán mías. Todo lo que hago con Huang Renjun es con eso en mente. Eso es todo lo que diré al respecto. ¿Lo has entendido?

—Sí —dijo Mingyu, ocultando su sonrisa aliviada.

Había sido un idiota por dudar de Jeno, aunque fuera por un momento. Por supuesto que Jeno no estaba enamorado del niño. La mera idea le resultaba ridícula ahora. Jeno no era homo. Sin embargo, aún no entendía por qué era necesario cargar con el muchacho hasta Suiza.

—¿En dónde vamos a tenerlo? —preguntó Mingyu—. Tú estarás con Yeji y...

—Se quedará en mi casa del lago.

Mingyu palideció.

—No puedes hablar en serio. ¿Qué pasa si tu...

—Se quedará en mi casa —repitió Jeno, con un tono rotundo.

—Entendido —dijo Mingyu, a regañadientes—. Pero sólo quiero que sepas que creo que es una muy mala idea. Por seguridad, entre otras razones.

—Lo tendré en cuenta —dijo Jeno, regresando la mirada a su computadora.

Tomándolo como la señal para irse, que realmente era, Mingyu se giró para retirarse.

—Mingyu.

Se detuvo, volteó hacia Jeno y se estremeció al encontrar su mirada. Jeno dijo suavemente:

—Si alguna vez vuelves a espiarme, podría olvidarme de la lealtad que me has mostrado en los últimos quince años. Nadie es indispensable. Ni siquiera tú.

Mingyu dió un corto asentimiento y salió de la habitación lo más rápido que pudo.

Mientras recorría el pasillo, no podía sacudirse el sentimiento de inquietud de sus entrañas. Jeno podría no estar enamorado del muchacho, pero ciertamente actuaba jodidamente raro en lo que refería a él. Desde que el chico apareció en la casa, la confianza de Jeno hacia Mingyu parecía ir por una espiral descendente.

Todo era culpa de Huang Renjun.

【𝖚 ┃𝖕┃ 𝖈】 ||ɴᴏʀᴇɴ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora