Renjun apenas durmió esa noche, sacudiéndose y moviéndose, y se despertó a la mañana siguiente sintiéndose cansado y frustrado pero con una determinación iracunda corriéndole por las venas.
Iba a borrar a Lee Jeno de su mente.
La doctora Christine Wood era una mujer de mediana edad, con inteligentes ojos marrones enmarcados en un delgado par de anteojos. Su oficina estaba decorada con buen gusto y, aún así, se las arreglaba para parecer cómoda y acogedora. Renjun se sintió cómodo instantáneamente cuando ella le sonrió y lo invitó a sentarse.
Por media hora, sólo lo escuchó sin interrumpirlo, mientras el tropezaba con su historia. Le contó todo. No tenía mucho sentido buscar ayuda psicológica si uno no tenía intenciones de ser honesto. El rostro de Christine lucía medianamente comprensivo mientras que Renjun describía su problema, pero, para su decepción y confusión, no estuvo inmediatamente de acuerdo en que él sufría del Síndrome de Estocolmo.
—Mientras que estoy de acuerdo en que el aislamiento y el evidente desequilibrio de poder en la relación con su secuestrador no podría ser saludable para ti, no presentas el comportamiento típico de alguien con el síndrome —dijo—. No estás justificando a tu secuestrador. No crees que normalmente sea un buen tipo. Fuiste capaz de escapar. Cada caso es distinto, por supuesto, pero las víctimas del Síndrome de Estocolmo generalmente, ni siquiera desean ser rescatados —Su mirada no lo juzgaba cuando añadió suavemente—. En cuanto al desequilibrio de poder en su relación, entiendo que provenía de sus preferencias sexuales, ¿verdad?
Renjun sólo pudo tartamudear y sonrojarse. Nunca había hablado de sus fantasías y perversiones con alguien que no fuera Jeno; hablar de ello con una mujer de la edad de su madre, era bastante embarazoso.
—¿Usaron palabras seguras? —dijo Christine. Mordiéndose el labio, Renjun asintió. —¿Por qué crees que te ofreció palabras de seguridad en vez de sólo tomar lo que quería?
Renjun se encogió de hombros.
—Me dijo que no lo excitaba violar a nadie, y yo le creí, pero probablemente también buscaba hacerme confiar en él.
Ella sonrió.
—Eso es lo que quiero decir, Renjun: eres capaz de pensar críticamente en lo que respecta a tu captor, cuestionas sus motivos en vez de confiar ciegamente en él. Eso es muy bueno. Es saludable.
Renjun se encogió un poquito.
—Pero sí confiaba en él, al menos en la cama. Me hacía sentir lo suficientemente seguro como para... —Su piel se recalentó. Christine no se inmutó.
—¿Para jugar escenas de violación con él?
Renjun nunca se había sentido tan mortificado, en toda su vida.
—Ahmm...
La mirada que Christine le dedicó era amable y divertida.
—No te avergüences, no es nada que no haya escuchado antes. Muchas veces, las fantasías de la gente exceden los límites de lo que consideran que deberían sentir, quedando por fuera de lo que consideran normal. Fantasías de violación o fantasías de seducción forzada, son en realidad de las fantasías sexuales más comunes tanto en hombres como en mujeres. Mientras que ambas partes den su consentimiento y usen palabras de seguridad, no hay nada malo con esos juegos —Hizo una pausa, observándolo con calma—. Sin embargo, el hecho de que te sintieras lo suficientemente seguro con tu captor como para hacer eso, muestra un grado de confianza que uno no suele sentir hacia su captor. ¿Puedes explicar por qué confiaste en él?
Renjun se encogió de hombros, buscando las palabras.
—Yo... yo no lo sé. Él me asustaba al principio, pero también era... diferente a sus hombres. Siempre he sido bastante buen juez del carácter. Podría decirse que tenía la cabeza lo suficientemente fría como para no incurrir en la violencia física sin una buena razón —Se pasó una mano por sus rizos. No los había alaciado esa mañana. Todavía estaba inseguro del motivo. Aclarándose la garganta, Renjun continuó—. Hasta su llegada, los guardias me usaban de bolsa de boxeo cuando se embriagaban. Él terminó con eso, me mudó a una habitación cómoda, me dió comida y... sí.