Jeno se sentó frente a su escritorio en su oficina de Suiza, ojeando los titulares de los periódicos británicos que Irene le había traído. Su mirada se quedó atrapada en la primera página de uno de ellos. Una fotografía.—¿Algo interesante? —dijo.
—No realmente —respondió Irene—. El funeral fue hace tres días. El SIS Británico sospecha de grupos organizados de criminales colombianos, pero no hay evidencias hasta ahora.
Jeno zumbaba.
—Ambos sabemos que no las habrá. Hernández no es un aficionado.
Irene alzó las cejas.
—¿Desde cuándo te has vuelto tan amistoso con él? La última vez que lo comprobé, lo despreciabas.
—Tiene sus usos —dijo Jeno.
Una sonrisa divertida adornó el rostro normalmente serio de Irene.
—Sí, hacer el trabajo sucio por ti, pensando que está siguiendo su propia agenda.
Jeno le dió una mirada inexpresiva.
—Huang lo embaucó. Yo sólo ayudé a Hernández a averiguarlo.
—Por la bondad de tu corazón, por supuesto.
No valía la pena comentar nada, así que no lo hizo.
—No pensé que realmente lo harías matar —dijo Irene.
Jeno se encogió de hombros.
—No puedo decir que esté triste por la muerte de Huang, pero no puedo tomar crédito por ello. Lo dejé a la discreción de Hernández. No tengo tanta influencia en él, de todos modos.
Esperaba que Hernández fuera algo bruto con Huang, no que lo matara. Había sido un error de cálculo de su parte. Quizás por eso no había sentido ninguna satisfacción particular cuando le informaron de la muerte de Huang Randall.
Los labios de Irene se retorcieron.
—Es muy raro que esté de acuerdo con Hernández. El mundo está mejor sin ese traidor de mierda —sacudiendo la cabeza, Irene se volteó para irse.
—Irene.
Se detuvo y lo miró inquisitivamente. La mirada de Jeno regresó a la fotografía del funeral.
—Descubre quién es este hombre —dijo, empujando el periódico sobre el escritorio para que pudiera verlo—. Todo sobre él.
—¿Cuál? —preguntó Irene, sin que se le mueva una pestaña.
Estaba acostumbrada a peticiones más extrañas. Era una Ex agente de la KGB con entrenamiento, después de todo. Muy poco podría perturbarla.
Jeno se reclinó en su asiento.
—El que tiene un brazo alrededor del hijo de Huang.
Ella le lanzó una mirada afilada. Él encontró su mirada con constancia. Pero ella no cuestionó sus órdenes. Siempre fue más sabia que Mingyu. Aunque era mayor que Jeno, por quince años, y lo había conocido por mucho más tiempo que Mingyu -había sido anteriormente guardaespaldas de su padre- Irene nunca se permitió a sí misma hablar tan libremente como Mingyu. Jeno sabía que ella lo apreciaba, pero era profesional hasta la médula.
Cuando Irene se fue, Jeno se acercó al periódico. Miró con detenimiento la fotografía nuevamente.
El muchacho no parecía particularmente destrozado por la muerte de su padre. Considerando lo que Jeno sabía sobre Randall, no podría decir que estuviera sorprendido. Renjun se veía... diferente. Sus rizos dorados estaban estirados y recogidos detrás, su rostro con forma de corazón pálido y en blanco, sus oscuros ojos serios. Jeno encontró su propia mano aferrada al reposabrazos. Arrastró la mirada, enfocándose en el hombre alto que tenía un brazo alrededor de los hombros del muchacho y le estaba susurrando algo al oído de Renjun. Lucía más que amistoso.
Arrugando el periódico con sus manos y arrojándolo a la basura, Jeno apretó los labios.
Huang Randall estaba muerto. El muchacho ya no era relevante. Cualquier plan que Jeno hubiese tenido con respecto al muchacho ya no era relevante. No necesitaba ninguna información del hombre que tenía sus manos sobre...
Disgustado, Jeno interrumpió su tren de pensamientos. Quizás Mingyu tenía razón después de todo. Esto era inaceptable.
Su teléfono sonó.
—Encontré la información que me pediste —dijo Irene cuando respondió—. ¿Quieres que te reenvíe el archivo?
A veces deseaba que Irene no fuera tan eficiente como lo era.
—¿Jeno? —dijo cuándo no respondió.
—No —dijo—. Sólo hazme un corto resumen.
—Johnny Suh —dijo Irene—. Veintisiete, Jefe del departamento de Gestión de Riesgos en Industrias Dong. Es la empresa de servicios financieros más importante del Reino Unido...
—Conozco a Industrias Dong —dijo Jeno—. Conocí a Dong Jian. Continúa.
—Considerando todo, ha hecho una carrera impresionante, y parece haberlo logrado sin hacer enemigos. Según dicen, es firme en sus creencias, pero de trato bastante agradable. Posee una encantadora casa en Kensington y...
—¿Orientación sexual? —dijo Jeno.
Hubo un silencio en la línea. Finalmente, Irene respondió.
—No es promiscuo, pero parece ser gay o bi. En una entrevista, mencionó que está buscando una relación seria.
Jeno recogió un encendedor del escritorio.
—¿La naturaleza de la relación con el hijo de Huang?
—Parece ser algo reciente —dijo Irene luego de un momento—. Ha habido especulaciones en los medios británicos, pero no puedo confirmar nada aún...
—No te molestes en hacerlo —dijo Jeno—. No es importante.
Colgó y puso el teléfono en el escritorio, con mucho cuidado. Luego sacó un cigarrillo de su bolsillo y giró la tapa del encendedor. Reclinándose en la silla, tomó una bocanada profunda, y luego otra.
Así que el chico finalmente había encontrado a su hombre perfecto. Bien por él.
Bien.