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—Crew se está tardando —dije con fastidio —. ¿Por qué mierda nos citó a una hora precisa si no pensaba llegar puntual?

Jabner nos notificó que se encontraría con nosotros a las siete de la noche en la parada de autobuses que tomábamos para ir a la central.

—No exageres. Te tomas muy en serio la puntualidad, Arti.

Mina se mantenía tranquila a comparación mía. Quizás era mi deber el estar emocionado como cualquier hombre joven de diecinueve años por salir un día a divertirse tras una semana dura en la escuela. Sin embargo, me sentía harto y ansioso por el temor a los sitios aglomerados, aunque lo que me generaba calma era que la tendría a ella conmigo.

Vi la hora en mi celular; pasaban diez minutos de la hora citada. Estrié la nariz, irritado. Recordé si cargaba con lo necesario: las llaves, el dinero, el papel higiénico, los ánimos de haber venido; esos no los tenía. Perfecto, todo en orden. Lamenté no haber cargado con mi mochila, solía llevarla cuando salía porque era de esa clase de chicos que lo hacían aún con nada dentro o con nada que cargar, mas consideré que en una fiesta podría perderla.

—Si ese idiota no llega en cinco minutos más nos vamos, ¿está bien?

—Claro, tienes que llegar temprano a casa porque el sol se está metiendo y tú te duermes antes de las ocho de la noche —fingió compasión hacia mi persona —. Los abuelos van a la cama temprano, te entiendo.

—Tampoco es para tanto. Lo esperamos otro rato, si no llega, nos largamos al carajo.

—Diez minutos, no seas malo. Diez minutos, si no llega ya, adiós. ¿Está de acuerdo, abuelo? —hizo una reverencia.

El ambiente se sentía cálido, incluso tenía algo de calor debajo de la sudadera. Miré al flanco izquierdo, a lo lejos observé a varios chicos con maletas, de seguro se debía al día; era viernes, y de manera común en dicho día aquellos que rentaban en los edificios de la residencia regresaban a sus casas el fin de semana, además del hecho de la cancelación de la jornada escolar por la reunión del Consejo de Docencia que lo convocarían cada viernes a inicio de mes. Del lado opuesto al que mi amiga y yo estábamos había otra parada de autobuses, allí era donde la mayoría se dirigían. Nosotros yacíamos al otro lado de la carretera, al menos yo, viéndolos a ellos marcharse. Por otra parte, algunos más caminaban en dirección a Peach Blossom, lo deduje por las cajas de cerveza que se disponían a acarrear. No eran una o dos, iban seis chicos con dos cajas cada uno.

—¡Carajo! —voceó Mina.

—¿Qué pasa?

—Mi mamá, quiere que regrese a la casa. Es urgente mi presencia allá.

—¡¿De verdad?! —mis ojos tomaron luz de esperanza, tal vez podríamos huir del posible infierno a aproximarse.

—No, la verdad no. Algo debía hacer para que no comenzaras a fastidiarte —sonrió, maliciosa —, logré llamar tu atención. Funcionó.

—Eso me fastidió más que estar esperando al tarado de Crew —le enseñé la lengua y le di un leve empujón —. Esta es una situación bastante bochornosa. Quiero mover mi trasero de aquí.

—¡Pues ya no estés fastidiado, mi amor, llegó el hombre de tu vida! —cantó Jabner sin que me lo esperara —. Ese hermoso trasero debe lucirse y armar un espectáculo en un privado que harás para mí.

Fue inoportuno, justo cuando creí poder salvarme. Crew portaba consigo un cigarro entre los dedos. Lo dirigió a sus labios, dio una calada y ulteriormente dejó escapar el humo. El aire fluía en contra de nosotros por lo que pude oler lo exhalado, percibí un olor a sandía. Debía sincerarme y confesar que el aroma me gustó. Esa sonrisa de tonto en su semblante estaba más expuesta que nunca, lo escruté y concluí en que se notaba un poco ebrio por la forma en la que se tambaleaba. ¿Cómo mierda se le ocurrió cruzar la calle así? Pudieron haberlo atropellado. Vamos, nadie era lo suficientemente estúpido para hacerlo estando alcoholizado. Por lo menos eso creía.

Until SunriseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora