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Faltaban trece minutos para las diez de la noche. La estadía en la fiesta había sido eterna.

Me encontraba bajando los escalones para buscar a Mina. Maté el tiempo al conversar por celular con un viejo amigo de la preparatoria y tuve el infortunio de ver a un sujeto ebrio con la ropa interior sobre el rostro, recostado en la cama de una de las habitaciones a las que entré para responder ya que la música estaba más ensordecedora a cuando llegamos.

Mis fosas nasales se inundaron con un olor penetrante a marihuana y alcohol, también más intenso que hace algunas horas. Arribé a la zona en donde vi por última vez a mi amiga, eché unas cuantas ojeadas y por desgracia ya no estaba ella ni nadie de los que jugaron con nosotros. El cuerpo se me estremeció por culpa de los nervios de no saber a dónde demonios se marchó Mina.

Escuché enérgicos gritos un piso arriba del que yo estaba. Me dispuse a ir para allá con cuidado de no pisar a las personas sentadas en el suelo. Al estar próximo a la habitación de la que procedían los alaridos, sentí que hacía calor. Debía ser por la cantidad de gente en un espacio estrecho como los corredores o por estarme sofocando con el ansia que me originaba el escenario mismo. Tomé de los hombros a una chica para colarme al frente, un chico más o menos de mi estatura gritaba alocado pidiendo por más, lo repetía mientras bebía de una botella de cerveza.

Fijé la vista a la dirección en la que él y todos tenían los ojos puestos. En medio de la masa yacían dos chicas bailando con sensualidad y provocación. Eran Yveth y Europe.

Esperé a que ambas concluyeran el baile, probablemente sabrían en dónde se hallaba Mina. Una idea se me iluminó en la mente, saqué el celular para llamarla. Me fue complicado tener el control total con tantos empujones, pero al final pude hacerlo. Acerqué el aparato a mi oreja, esperé y esperé sin una respuesta. Me mandó a buzón. Nuevamente lo intenté y, similar a la primera vez, nada. No atendió.

La canción terminó, advertí que las chicas daban bocanadas de aire en tanto sonreían. La multitud de personas comenzó a disiparse tras finalizar con el espectáculo. Y yo me encaminé hacia ellas.

—Disculpen, una pregunta —dije, tímido —, ¿no han visto a dónde se fue Mina?

Yveth negó con la cabeza.

—Yo sé dónde está —Europe me sonrió. Se acomodó la blusa en los hombros al bajársela más —. Vamos, te llevaré.

Estuve seguro de que los ojos me brillaron por escucharla. Ella se posicionó adelante de mí y empezó a caminar, me hizo una señal con la cabeza para que la siguiese. Avanzamos a través de los pasillos, me percaté de que nos enfilábamos a la cocina. Reconsideré la decisión de haber asistido, mantuve en un pedestal la promesa de Mina de no ingerir cantidades exorbitantes de alcohol. No deseaba problemas. Ojalá no se presentaran.

—Artis, está aquí. La vi entrar antes de que empezáramos a bailar —Europe dio un paso al lado de la entrada de la cocina.

—Gracias —agradecí con un amplio gesto de agradecimiento.

—No es nada, espero todo esté bien. Hasta luego —dijo y desapareció.

Oí la voz de mi amiga. Entré y vi que charlaba con una chica castaña, esta estaba asustada. Seguido, se alejó corriendo de Mina. Le permití cruzar el umbral. Mina presumió una botella de vodka en cuanto me observó.

—¡Oye! ¡Te estoy hablando!, ¡regresa aquí! ¡Libérate! —bramó eufórica. A juzgar por el tono de voz por supuesto que la sobriedad no era una de sus compañeras.

—Ay, Dios —bufé, consternado.

Y por supuesto que la serenidad no era una partidaria mía. Estaba molesto. Me juró no excederse, pero claro, verla la cara a Artis Hemsley era sencillo. Recordé que le tomaría un vídeo si quebrantaba la promesa, era el momento más indicado, no obstante, realizarlo me haría sentir mal. Sería injusto. No lo iba a hacer. Yo y mi maldita boca habladora.

Until SunriseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora