El camino para llegar a casa de mis tíos era un poco perturbador, tenía que caminar por calles básicamente vacías, de noche. Eso a mamá le preocupaba pues le atemorizaba la idea de que pudiesen asaltarme o alguna otra cosa por el estilo. Nunca me había encontrado con alguien sospechoso, llegué a cruzarme con unas cuantas personas, no obstante, nada que se acercase a lo peligroso. Los alrededores eran muy tranquilos e incluso relajantes, me envolvían en un silencio acogedor. Pudiese ser a que perdí el miedo de andar solo por esos rumbos. Debía dar una vuelta a la izquierda para llegar al vecindario donde estaba su hogar ya que yéndose en línea recta por el camino yacía un terreno con algunas lámparas iluminando el espacio con un color azul-pálido.
Esa iluminación no alcanzaba a llegar hacia una clase de sendero formado por varios árboles con largas ramas colgantes que se encontraban a treinta o cuarenta metros más allá donde las casas y el cableado eléctrico eran carentes. Dicho camino a su vez le daba paso a una entrada entre algunos pinos ubicados de tal manera que formaban una "circunferencia". Los pinos le otorgaban a dicha zona una apariencia lúgubre, pero impresionante en un curioso aspecto; juntos rodeaban un pequeño claro, actuaban como su propio cercado natural. La luz de la luna iluminaba aquella extensión casi por completo.
Cuando llegaba antes de mi hora usual solía ir a acostarme al pasto para ver el cielo nocturno si me sentía estresado, triste o anhelaba relajarme. Estar allí se volvía un momento mágico para mí. Nadie sabía acerca de esa área, la gente no la transitaba con regularidad, mucho menos de noche.
Era algo propio, un placer oculto. Mío.
Ahí crecían pequeñas flores de color blanco, así como en los arboles de ramas colgantes, juntos creaban un escenario sacado de un cuento: la luz de la luna como que se reflejaba en ellas dándoles una especie de refracción que las transformaba en diamantes. Un resplandecer hermoso que me dejaba perplejo. Parecía que las mismas estrellas bajaban para hacerme compañía. Cuando había viento se movían de un lado a otro y creaban una escena inaudita de destellos volando. Me hacía feliz, se me erizaba la piel cada vez que ocurría. Era surreal, sacado de una historia infantil.
Lo nombré Ensueño Estrellado.
Habían sido unas tres o cuatro veces que vi estrellas fugaces recorrer el extenso cielo. Reservaba esos instantes con cariño, lo enorme que era el cielo y que haya tenido la oportunidad de admirar ese fenómeno me hacía sentir especial. Cada vez que sucedió regresé a la infancia pues pedí un deseo con esa inocente creencia de que se volvería realidad. Deseos al recóndito. Era magnifico por lo general, con un cigarrillo acompañándome y los auriculares puestos con alguna canción de Lana Del Rey o Taylor Swift la vista no lograba ser más perfecta.
No faltaba mucho por llegar a casa de mis tíos. Frente del hogar se hallaba un parque de juegos con columpios, dos toboganes, un pasamanos y un balancín. A veces igual fumaba sentado en los columpios y miraba el vecindario, lo quieto que se volvía. Era decir, lo más quieto que se volvía, de por sí durante el día ya lo era. Pese a que me la pasaba bien, no se comparaba con el Ensueño Estrellado.
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Until Sunrise
General FictionArtis es tímido y reservado. Jabner es rebelde y atrevido. Artis busca un respiro de esperanza tan arriba como las nubes a las que suele admirar. Jabner podría volverse aquella estrella fugaz a la cual pedirle un deseo. Sin embargo, las estrellas so...