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Nervios

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Nervios.

A decir verdad, tener nervios para mí era bastante normal, detestaba sentirlos porque eso ocasionaba que las entrañas se me hincharan. Sin embargo, en esta ocasión los nervios me gustaban, no quería dejar detrás el nerviosismo que me empapaba como un aguacero. ¿Por qué?, fácil: porque iba en camino al lugar acordado en donde quedé de verme con Jabner; unas dos cuadras debajo de la plaza Marshall.

Justo hacia nuestra primera cita.

Era el mediodía del sábado. Estábamos cerca a arribar, y me referí en plural ya que le pedí a Mina que me acompañara. Necesitaba que ella me golpeara si me exaltaba mucho como para ponerme obstáculos y retrasar la salida. Sabía que ella me haría entrar en razón.

El resto de la semana estuvo bien, Jabner y yo entablábamos una que otra plática cuando nos divisábamos por el campus, en la cafetería, en la biblioteca, en los laboratorios o en los corredores. Obvio, fuimos discretos; actuamos como siempre habíamos actuado: él siendo un ávido pervertido y yo un amargado admonitorio.

Las únicas personas que sabían acerca de nuestra plática, nuestro beso y nuestra cita eran, por su parte, su abuela y Thiago. De la mía solo Lenko y Mina. Lenko —siendo mi segunda madre— me dio un gran sermón respecto a la actitud tan rara de Jabner, esa de haberme negado todo y luego comportarse diferente, pero al final acabó deseándome buena suerte, no sin antes pedirme que cuidara de mí mismo.

Como un dato mínimo, pero relevante, era que por primera vez estaba saliendo de casa sin mi mochila. Era raro.

—Arti, maldito —Mina me golpeó en el costado —, ¿cómo van esos nervios de acero?

—Llegando a su punto de fusión —sacudí los brazos —. Mickey, estoy muy ansioso. Siento que voy a explotar. Es decir, me gusta lo que estoy sintiendo, y a la par me genera ansia.

—Relájate, es normal; es su primera cita. La primera vez que se quedan solitos y en un sentido... más serio —me sostuvo del hombro —, sigamos caminando. Piensa en lo bonito que Crew y tú se la van a pasar —hizo una pausa —. Carajo, sigo sintiendo raro el tenerlo presente.

—¿Qué cosa? —la miré de reojo.

—Jabner y tú. Es que detestabas al sujeto al inicio de la universidad, no lo soportabas ni un poco, en tu mirada se te veían las ganas de matarlo cada que te molestaba. Ahora van a tener una cita donde muy seguramente compartirán ADN. Además, me sorprende que sea gay.

—A mí también me sorprendió. Bueno, cuando lo confesó casi expulsé materia fecal —apreté los labios —. Me puso estúpido saberlo, dejó venir dicho secreto como un balde lleno de agua helada a mi cara.

—Pues qué bien por él, digo, está aceptándose y comenzando a bajar del tren de los closeteros.

—¿Tren de los qué?

Until SunriseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora