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No tenía mucho que había despertado y bajado a la cocina para buscar qué desayunar. Mis tíos no se hallaban en casa. No negaría que estaba ansioso, si bien el día de ayer no me topé con Jabner lo posible a suceder hoy me intrigaba. Requería ser insistente con él, mas no viéndome como un psicópata. Debía conocerlo más, lento, acercarme e intentar volverme su amigo. Dios, jamás creí que yo consideraría ser amigo de Crew.

Ayer no lo vi en todo el día a pesar de que April corroboró su asistencia a la universidad. ¿Habría sido buena idea buscar a Thiago y cuestionarle si sabía algo al respecto? Conservaba el número telefónico de Jabner, podría mandarle un mensaje o llamarlo, pero consideraba que era un asunto que se tenía que tratar en persona. Aun así, me apenaba comunicarme con él para pedírselo. Santísima mierda. Fuera como fuera, Jabner, como siempre, me molestaría si me veía, no dejaba pasar las oportunidades.

De entre los utensilios de cocina busqué un tazón hondo para comer cereal. Fui a una alacena cerca del refrigerador, tomé dicho utensilio junto con una cuchara metálica. Los dejé en una repisa ubicada al lado izquierdo de la alacena, frente al refrigerador, por la entrada al espacio. Y busqué el cereal, este se encontraba arriba del refrigerador. Era de chocolate en forma de bolitas. Vacié un poco en el tazón, miré el fregadero; había unos cuantos platos que lavar antes de irme a la escuela. Me troné la espalda haciendo hacia atrás los hombros.

Me llevé el recipiente con cereal y caminé a la salida de la cocina, pensaba enfilarme al comedor. Sostuve la cuchara entre los dedos y me di cuenta de que olvidé agregar la leche. Me dispuse a regresar dentro para adicionarla, sin embargo, la adrenalina se apoderó de mi cuerpo, los músculos de mis piernas se tensaron y quise correr por el miedo. No me había percatado de que no yacía solo en casa.

Debido al sobrecogimiento, arrojé el contenido del tazón, esparciéndolo por el piso. Si el recipiente no lo dejé caer fue por una cosa; era porque estuve a punto de arrojarlo a la silueta que estaba sentada en una de las sillas del comedor, me observaba fijamente con una pintoresca sonrisa. Y el miedo se convirtió en confusión.

—Hola, buen día —me saludó Holsen sin dejar de mostrarme su exagerada expresión —. ¿Dormiste bien?, ese pijama de dinosaurios se ve cómoda.

—S-se... s-se puede saber... ¿se puede saber qué estás haciendo aquí? —cuestioné, desconcertado y viendo los dinosaurios estampados en la playera y pantalón de lo que usaba —. ¿Q-qué haces?

—Estoy sentado en una silla mientras veo cómo hiciste un desastre con ese pobre cereal —arrugó los labios al ver el piso cubierto por bolitas cafés —. Si mi esplendida cultura del buen desayuno no me falla, eso lleva leche... ¿o me equivoco?

—No cambies de tema —resoplé, anonadado. Me había olvidado de él y no contaba con encontrármelo en el comedor de la nada —, habla de una buena vez por todas. ¿Qué haces aquí?, ¿por qué sigues aquí?, ¿quién te dejó pasar?, ¿cómo entraste?, ¿qué tratas de hacer?, ¿cuál...?

—Aguarda —me serenó con una seña —, haz una por una, me atrofia tu ataque de preguntas sin filtro. Maldición, amigo.

—¡Respóndeme! —sacudí los brazos casi soltando el tazón, por suerte pude sostenerlo con la otra mano.

—¡Eso, termina tu desastre! Rómpelo en pedacitos, es lo único que te falta —se burló.

—¡No me ignores!

—Y qué maleducado eres, yo te di los buenos días y tú en cambio me estás gritando —sollozó.

—¡Contesta, cabrón! —vociferé. Perdí la paciencia —, ¡simplemente contesta!

—Ay, estás de mal humor. ¿Por qué eso no me sorprende? Y eso que ni te conozco —se cruzó de brazos e hizo el cuerpo hacia atrás, recostándose sobre el respaldo de la silla —. Relájate, te harás viejo más rápido si sigues de gruñón, Gárgola.

Until SunriseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora