Entré llorando a casa un viernes después del instituto. Tenía dieciséis años. Subí a mi habitación y tiré mi mochila a cualquier rincón de la estancia. Escondí mi cabeza entre mis rodillas y seguí llorando. Tuve un pésimo día en clases, porque había unos estúpidos compañeros que se metían conmigo por ser gay. No es que sea alguien fuerte que pueda ignorarlos fácilmente. A veces me siento muy vulnerable, incapaz de reaccionar. No era nada agradable pasar seis horas en un lugar donde no se respeta a los demás.
— ¿Qué te pasa hermanito?
La voz dulce de mi hermana pequeña se escuchó desde la puerta. Alcé mi cabeza y allí la vi: una pequeña niña de seis años, de pie con su muñeco Gormiti en sus manos. Me miraba preocupada, por lo que se acercó corriendo hasta mi y subió a la cama.
— ¿Por qué estás llorando? — sus ojitos color miel reflejaban tristeza, desconcierto al no saber qué me pasaba.
— N-no es nada, Lau, ve a jugar. — retiré mis lágrimas y le sonreí con tristeza.
— Hermanito, si tú lloras yo me siento mal porque tú no tienes que estar triste nunca. — se acurrucó a mi lado y me dio su muñeco. Lo tomé en mis manos y rodeé su cuerpo con mi brazo.
— Son mis compañeros de clase, cariño, que son malas personas. — suspiré.
— Pues, pues, voy a llamar a los Gormitis para que vengan a ayudarte con esos niños tontos. — hizo puchero y me abrazó — No quiero que llores más, hermanito, ven a jugar conmigo. Yo te voy a cuidar.
Mi corazón sintió el calor de su abrazo. Era increíble lo bien que hacían sus palabras aún pareciendo simples para algunos. La abracé comenzando a llorar más y asentí. No sé qué haría sin mi hermanita, ella siempre me ha apoyado.
— ¿Y por qué son malos contigo?
Estábamos en su habitación, rodeados de sus juguetes. Sacó el tema porque yo aún tenía mi respiración algo entrecortada por los sollozos.
— Solo porque me gustan los niños, no sé. — me encogí de hombros y removí los juguetes.
— ¡Qué bobos! A mí también me gustan los niños y no pasa nada. — sonrió y agarró un peluche. Ella aún era muy inocente, y no conocía verdaderamente la maldad de la homofobia. Había estado presente cuando mis tíos y abuelos hicieron comentarios contra mí sobre el tema, pero ella era más pequeña. No debía entender ese mal. Nunca debería de entenderlo, la verdad, porque es el odio más estúpido que he conocido nunca.
Le dediqué una sonrisa a Lauren, porque en el fondo, sabía que ella si me amaría y aceptaría por lo que soy. ¿Por qué mi familia no podía hacer lo mismo?
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— Estás más alto que yo cabrón. — rio su tío, dándole palmadas en el hombro. Harry hizo una mueca algo incómodo.
Estaba claro que era el máximo contacto que recibía. Cuando era niño, los abrazos eran algo común en su familia, pero eso cambió cuando salió del armario. Ahora estaba acostumbrado a ese trato y no le importaba. Él tampoco querría abrazar gente homófoba, por mucho que fueran familiares. Aquello no cambiaba nada.
— ¿Quién es el? — la abuela señaló con su cabeza hacia Louis, que hablaba con Jocelyn mientras le entregaba el jersey que tejió para él.
— Es mi...amigo. Se llama Louis. — el rizado observó al chico. Su corazón se ablandó cuando le vio abrazar a su madre, agradeciendo el regalo.
— Louis. — la voz de su abuelo intervino en la conversación, provocando el silencio de todos. El nombrado se separó de la señora Styles y le miró. — Encantado de conocerte, soy Leonard. — se levantó y acercó hacia él, con intención de estrechar sus manos.
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~ Asiento reservado.
Fanfiction"Desde entonces, mi actividad favorita se convirtió en hacer mi viaje de todos los días, porque sabía que tú subirías conmigo en cada uno de ellos..."