Capítulo 11. Epílogo.

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-Nigel, Venus está llorando otra vez, te toca...

-Pero recién acabo de llegar del club, estoy muy cansado! 

-Lo sé, pero igual te toca ir a calmarla. Yo lo hice anoche dos veces y eso que me dolían los pies. ¡No tenía idea que se hincharían tanto por el embarazo! 

-De acuerdo, de acuerdo, ya voy... diablos, ojalá me hubieran dicho que sería tan duro criar hijos. Los amo, eh, los amo tanto como a ti, pero es muy difícil. Me pregunto si me estoy poniendo viejo.

-Pues eres un viejo muy apuesto entonces- le dijo Adam con una sonrisa, dándose vuelta en la cama sabiendo que a su esposo le gustaría verlo de espaldas. En efecto, verlo desnudo entre las sábanas corridas siempre  se la ponía como el mástil de un barco a Nigel; en ese caso no llegó a tanto porque su mente estaba centrada en calmar el llanto de su hija, pero quizás en cuanto volviera podría darle algo de cariño a Adam. Así sabría que por muy cansado que estuviera seguía siendo un hombre bien potente y servicial, y que ninguna vejez ni ningún hijo le impediría ser el esposo ardiente del que se había enamorado.

Adam estaba ya de siete meses, por lo que había dejado atrás las náuseas matutinas y los cólicos para reemplazarlos por otro tipo de molestias. Por ejemplo, la hinchazón de sus pies y de sus piernas, que le causaban bastante incomodidad a la hora de dar sus paseos por el parque. Había engordado unos cuantos kilos y su rostro estaba más relleno también, pero quizás lo que más le incomodaba era el nuevo tamaño de sus pechos, que habían pasado de ser planos como los de un hombre promedio a grandes como los de una mujer. Sabía que era así por el embarazo y que ese crecimiento se debía a que estaban llenándose de leche para su futuro bebé, pero no dejaba de resultarle impresionante el verse con los pechos como dos melones. Los hombres gestantes como él eran una minoría en crecimiento aún, de modo que a pesar de estar feliz y orgulloso de su inminente maternidad también se sentía observado cuando iba por la calle. Incluso Nigel lo miraba distinto, pero en su caso no le molestaba porque era su esposo y sus miradas lo excitaban. En efecto, cuando el mayor regresó de hacer dormir de nuevo a Venus no vaciló en abrazarlo por detrás y estirar una mano para acariciarle el pecho, lo cual lo hizo gemir. 

-Nigel… basta…

-Déjame un ratito más, precioso, te lo ruego. Me lo merezco, hoy tuve que suplantar a Darko en el club y estoy molido. Masajear un poco tus pechos será como amasar una nube, tan reconfortante…

-Ngh… está… está bien, solo no me aprietes muy fuerte porque me duelen, ¿puede ser?

-Seré suavecito, lo prometo- le susurró al oído mientras lo seguía acariciando. Adam se sometió dócilmente y al poco rato Nigel se quedó dormido todavía con un pecho en su mano, como si fuera un bebé abrazando su osito de felpa. Eso le hizo pensar en algo que sucedería al día siguiente y sonrió, antes de cerrar los ojos. No podían darse el lujo de desperdiciar ni un momento de sueño, por mucho que su mente lo tentara a divagar.

(...)

El clima estaba frío y destemplado, propio del recién llegado invierno, por lo que el almuerzo se sirvió en el comedor de su departamento y no en un restaurante. Estaban Darko y Ozana junto a su pequeño Til, que ya había aprendido a decir "tío Adam" y "tío Nigel". Estaba el señor Harlan, quien fuera mejor amigo del padre Adam y quien oficiara como su padrino de bodas años atrás, junto a su esposa Gracie. Por cortesía habían invitado a Beth, amiga de Adam, quien no pudo ir pero envió un hermoso libro infantil escrito por ella misma como obsequio (Nigel no lo destruyó por respeto a su esposo, pero se juró que jamás se lo leería a ninguno de sus hijos si podía evitarlo). Y por supuesto, estaban los propios Nigel y Adam junto con Venus, quien lucía hermosa con su conjunto rosa claro y una vincha con flores amarillas. Nigel la sostenía en su regazo con ojos embobados mientras Adam hacía el esfuerzo de ponerse de pie para brindar y decir unas palabras.

-Hablar frente a otros nunca ha sido mi fuerte, todos lo saben. Excepto cuando el tema son las constelaciones, o los planetas, o los documentales sobre constelaciones y planetas, en cuyo caso…

-Precioso. Ve al punto- lo reprendió con cariño Nigel, haciéndolo sonrojar.

-Sí, cierto. Lo que les decía es que no soy bueno dando discursos, pero quería hacer este brindis para agradecerles a todos que hayan venido a celebrar mi cumpleaños conmigo. Yo no hubiera tenido cabeza para planear nada, ni cuerpo, porque como verán tengo otras prioridades- comentó tocándose la panza, sintiendo un leve movimiento.- Así que es, bueno, es eso. Gracias a todos por preparar esta comida para mí, y por ayudarnos a cuidar de Venus cada vez que tengo que ir a mis consultas médicas, y por todos sus obsequios para Mikkel…

-Es nuestro primer sobrino varón, ¡por supuesto que le íbamos a comprar un cochecito apropiado!- exclamó Darko.

-Y ayudarlos a cuidar de Venus es ayudarnos a nosotros, ¿saben? Los niños le dan alegría a un hogar- aseguró Gracie, cruzando una mirada cómplice con Harlan.- Siempre podrán contar con nosotros para lo que sea.

-Gracias, de verdad muchas gracias. Hace años cuando murió papá no creí que fuera a tener una familia como ustedes. Nigel, gracias también por amarme y darme dos hijos preciosos, te prometo que seré la mejor madre posible para ellos…

-Para ellos y para todos los que vengan- aclaró Nigel con una mirada libidinosa.- Porque con un esposo precioso y dulce como tú no dudo que terminaremos teniendo más hijos en el futuro.

-Lejano, de ser posible- comentó Adam medio en broma, medio en serio, despertando risas y alegres comentarios en medio del brindis general. En ese momento Mikkel se movió de forma mucho más vigorosa, por lo que todos pudieron verlo y se quedaron extasiados.

-Aww, ¡el pequeño Mikky nos está oyendo! Ya no puedo esperar para conocerlo en persona- exclamó Ozana, conmovida. 

-Ese es mi hijo, defendiendo la panza de su mamá. De acuerdo, príncipe, ¡nada de más hermanitos por un tiempo! Solo tú y Venus, lo prometo- aseguró Nigel con una sonora carcajada, a la que siguió un abrazo iniciado por Adam. El menor estaba feliz pero temblaba un poco, y como siempre, contar con su amado le ayudaba a calmar esos nervios. Nigel era para él como los anillos para Saturno, un escudo protector de cualquier mal y una parte indispensable de su ser. Sin Nigel no tendría a sus hermosos hijos, y sin ellos tres no tendría la vida que siempre había deseado. Alocada por momentos, llena de trabajo duro y responsabilidades, pero suya, totalmente suya. No volvería a estar solo ni a sentirse marginado, y eso era algo tan valioso que ninguna noche en vela cambiando pañales podría arruinar.

HEU Mpreg Set: Doble PaternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora