Capítulo 15 - Dilemas del corazón

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Los salones del castillo resonaban con los ecos de la cena real que acababa de concluir. La mesa estaba cubierta de restos de comida y copas de vino vacías, pero el ambiente era tenso. Isabella se sentía incómoda, consciente de los ojos que la observaban, especialmente los de Victoria. Luego del último inconveniente entre ambas a Isabella le causaba una sensación extraña estar cerca de la princesa y Victoria, pero por otro lado la princesa rebelde parecía disfrutar del malestar de Isabella, y sus miradas furtivas no hacían más que aumentar la inquietud en el corazón de la futura reina. Después de la cena, la Reina dio una señal para que todos se levantaran y abandonaran el salón. Isabella estaba a punto de seguir a William cuando una voz cortante la detuvo

– ¿Tienes miedo, princesa?

Isabella giró y se encontró con la mirada desafiante de Victoria. La tensión entre ellas era palpable, como si la habitación se hubiera vuelto más pequeña y los demás hubieran desaparecido.

– No sé de qué hablas, Victoria. – respondió, su tono frío pero controlado.

Victoria se acercó un paso, su expresión burlona.

– Siempre es lo mismo, ¿verdad? Te escondes tras William, él es tu máscara. Te aferras a él como una niña asustada. ¿Dónde quedó la princesa valiente y decidida que todos esperan que seas?

Isabella apretó los puños, sintiendo cómo la rabia se apoderaba de ella.

– No tienes idea de lo que piensas, Victoria.

La Reina intervino, su voz firme y autoritaria.

– Victoria, esa no es la manera de dirigirte a nuestra futura reina.

Victoria hizo una mueca y rodó los ojos, pero se retiró en silencio. La Reina la siguió con la mirada antes de dirigirse a Isabella.

– Mi disculpa, princesa. Lamento su comportamiento.

Isabella asintió, sintiendo una mezcla de alivio y tensión.

– No se preocupe, majestad.

Con la conversación incómoda en el aire, Isabella siguió a William escaleras arriba hasta su alcoba. Una vez allí, cerraron la puerta detrás de sí, e Isabella pudo sentir el peso del silencio que se cernía sobre ellos. La mirada de William era intensa, e Isabella se sintió atrapada por ella. La tensión era palpable, e Isabella sabía que había llegado el momento de enfrentar la realidad que tanto había evitado. La voz de William resonó en la habitación, su tono serio y decidido.

– Isabella, sé que esta no es una conversación fácil, pero es necesaria. Nuestros reinos dependen de ello.

Isabella asintió, sintiendo cómo el nudo en su garganta se apretaba aún más.

– Lo sé, William. Pero...

El príncipe la interrumpió, su mirada decidida.

– Pero también sabes que no podemos postergarlo más. Necesitamos un heredero.

Isabella sintió que el mundo se cerraba a su alrededor. Sabía que era un deber, una responsabilidad que no podía eludir, pero también sabía que había algo más en juego. Su corazón latía con fuerza en su pecho mientras luchaba por encontrar las palabras adecuadas.

– William, yo... – comenzó, pero él la interrumpió nuevamente.

– No te preocupes – dijo con una sonrisa forzada. – Haremos que sea lo más cómodo posible.

Isabella sintió que una ola de desesperación la invadía. No podía hacer esto, no podía fingir algo tan íntimo y personal. Pero también sabía que no podía defraudar las expectativas de su esposo y los reinos que dependían de ellos.

Coronas entrelazadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora