Capítulo 22 - Revelaciones Oscurecidas

3 0 0
                                    


La sombra de la intriga se cernía sobre el castillo de Lumaria, amenazando con desentrañar los secretos que Isabella y Victoria habían mantenido ocultos con tanto esmero. Aquella tarde, mientras el sol se ocultaba tras las altas torres del castillo, una de las sirvientas, Margaret, tomó una decisión que cambiaría el destino de todos. Margaret, con el corazón en la garganta y una mezcla de temor y determinación, se dirigió a la alcoba de la Reina. Golpeó suavemente la puerta y esperó, con las manos temblando. La Reina, una mujer sabia y observadora, la invitó a entrar y Margaret entró, cerrando la puerta tras de sí.

– ¿Qué te trae aquí, Margaret? – preguntó la Reina con calma mientras se sentaba en su silla junto a la ventana.

Margaret titubeó antes de hablar, sus palabras salieron con vacilación.

– Su Majestad, hay algo que debo revelar. Algo que he visto y que pesa sobre mi conciencia desde hace tiempo.

La Reina la miró con atención, esperando a que continuara.

– Es sobre las princesas, Su Majestad – comenzó Margaret. – He sido testigo de momentos entre la Princesa Isabella y la Princesa Victoria que... que no deberían haber ocurrido.

Los ojos de la Reina se estrecharon en comprensión.

– ¿Qué has visto exactamente, Margaret? – preguntó en voz baja.

Margaret relató con detalles los encuentros secretos que había presenciado entre las princesas, la pasión oculta tras sus miradas y gestos. La Reina escuchó en silencio, su rostro una máscara de preocupación. Cuando Margaret terminó de hablar, la Reina se levantó y fue hacia la ventana, contemplando el atardecer.

– Margaret, has hecho lo correcto al traer esto a mi atención. – dijo con solemnidad. – Debemos hablar con el Príncipe William de inmediato.

Esa noche, el Príncipe William fue convocado a la alcoba de la Reina. Margaret y la Reina le contaron lo que sabían, las preocupaciones que habían surgido debido a las observaciones de la sirvienta. El Príncipe, enojado y conmocionado por las revelaciones, se dirigió a la alcoba de Isabella. La puerta se abrió con un golpe y el Príncipe entró, su mirada feroz clavándose en Isabella.

– ¿Es esto cierto, Isabella? – rugió, sus ojos brillando con furia. – ¿Estás involucrada en una relación...unnatural con mi hermana, la Princesa Victoria?

Isabella, que había estado preparándose para descansar, se encontró acorralada en su alcoba. Su voz tembló cuando respondió:

– Sí, es cierto, William. Nunca te amé como mi esposo. Mi corazón le pertenece a Victoria.

La ira del Príncipe se intensificó.

– ¡Esto es un pecado abominable! – exclamó. – Estás condenando nuestras almas y nuestro reino. ¡Satán mismo nos maldecirá por esto!

Sin previo aviso, el Príncipe William llamó a los guardias y ordenó que Isabella fuera arrestada. Ella fue arrastrada, con lágrimas en los ojos, fuera de su alcoba y hacia el calabozo del castillo. Pero la búsqueda de Victoria no se hizo esperar. También fue apresada y llevada al calabozo junto a Isabella, donde ambas quedaron encerradas en la oscuridad, enfrentando un destino incierto. El castillo de Lumaria, una vez lleno de secretos ocultos, ahora se estremecía ante la tormenta que se avecinaba, mientras el reino entero aguardaba, temeroso de lo que el futuro les depararía. 

Coronas entrelazadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora