˚₊★₊˚ˑ༄ؘ 𝑻𝑯𝑬 𝑩𝑨𝑳𝑪𝑶𝑵𝒀
❝ La joven modelo y poetisa siempre había estado muy apegada a sus amigos y a su ciudad. Roma era todo lo que le inspiraba, pero los ojos azules de Victoria De Angelis era todo lo que necesitaba para...
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𝐉𝐔𝐋𝐈𝐄𝐓𝐀.
15 de agosto, Roma, Italia. Tras un año en los Estados Unidos, me dispuse finalmente a volver a mi país y ciudad natal. Mis nervios estaban a flor de piel y mi apetito había desaparecido, como si mi yo adolescente fuera a ver a su primer amor de nuevo.
Caminaba por las calles de la capital como si fuese la primera vez, pues cierto era que, aunque no me había olvidado de mis raíces y costumbres, me había adaptado a la forma de vida tan ajetreada que California me brindaba. Allí se alimentaban excesivamente mal; no paraban para tomar un vino en una terraza de verano mientras charlaban hasta que cayera la madrugada. No daban paseos en bicicleta durante la primavera, para así contemplar el bonito paisaje campestre y impregnar sus fosas nasales del aroma floral. En Estados Unidos las familias estaban muy rotas y desmotivadas a realizar actividades juntos, y por supuesto no digo que en Italia no fuera así, pero como la « mamma » italiana, ninguna. Por supuesto, ningún lugar era comparable con Roma, la cuidad más bonita del mundo, la Ciudad Eterna... Pero, ¿qué podría decir yo?
Mis ojos volvían a ver « Campo dei fiori » tras un año estresante en otro país. Instantáneamente noté como mi corazón dio un gran vuelco, y coloqué mi mano derecha sobre él. Una sonrisa se diferenciaba en mi rostro, y la multitud no comprendía el por qué de mi impresión ante una de las tantas plazas que cualquiera podía encontrar en la capital de Italia. Lo cierto, es que esa plaza era un lugar de relajación para mí, un sitio donde podía relajarme y donde poder encontrar inspiración segura. Me servía mucho para comenzar a crear, cosa que me encantaba; dibujar, pintar, bailar, modelar, diseñar, cantar, escribir... era todo lo que me gustaba hacer, y de lo que vivía actualmente. Si cierto es que no se vive fácilmente de ello, a mí no me iba especialmente mal con ello.
Me aproximé a « Piazza Navona », donde solía ir con mis amigos a pasar las tardes de primavera y verano. En ese momento sentí el verdadero anhelo que reprimí durante un completo año. La fuente rodeada de leones y señores que desprenden chorros, ese brillo resplandeciente procedente del agua, la cuál está llena de monedas de los turistas y propios romanos... Ésta acompañada de música de artistas callejeros hacía que fuera perfecto, y sin duda alguna, imposible no acordarme de mis amigos, los cuales se encontraban aquí años atrás.
