˚₊★₊˚ˑ༄ؘ 𝑻𝑯𝑬 𝑩𝑨𝑳𝑪𝑶𝑵𝒀
❝ La joven modelo y poetisa siempre había estado muy apegada a sus amigos y a su ciudad. Roma era todo lo que le inspiraba, pero los ojos azules de Victoria De Angelis era todo lo que necesitaba para...
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𝐉𝐔𝐋𝐈𝐄𝐓𝐀.
Mi primera semana tras mi regreso a casa había sido completamente dulce. Había vuelto a disfrutar de la gente que me rodeaba, había vuelto a tener apetito constantemente, había vuelto a tener ganas de salir de casa, de disfrutar del buen vino, de reír... Había vuelto a ser feliz. Todo gracias a mis amigos, pues ellos sabían a la perfección como hacer que me despeje de todo aquello que me atormenta, por muy cosa tonta que fuese. Incluso podría decir que los chicos que componían måneskin eran mis únicos amigos en el mundo. El resto podía considerarlos conocidos, compañeros de trabajo, familiares... pero nunca amigos. Para mi esa palabra era muy fuerte y significaba algo inexplicable, simplemente como ninguna otra.
El viento chocaba contra mi cara, haciendo que no pudiera abrir los ojos lo máximo posible, pues el fenómeno atmosférico me lo impedía; Aún así, intentaba moverme por las calles romanas lo más ágilmente posible encima de mi bicicleta. Todavía no sabía a donde me llevaba Damiano, quien me guiaba desde su bicicleta a unos escasos metros de mí. La incertidumbre que el vocalista provocaba en mí, y en efecto la curiosidad, me gustaba, aunque conociéndolo lo más probable es que me llevara a algún lado precioso de Roma a charlar un poco sobre mi último año fuera.
La noche caía levemente, apostaría por que serían las nueve de la noche, ya que el sol ya no brillaba y el viento cada vez era más ventisca, y eso en el sur de Europa se llamaban las noches de verano. El clima que se formaba era inexplicable pero cómodo, jodidamente cómodo... Un poco oscuro, quizás, pues aunque los lugares fueran de ensueño, nunca podíamos estar seguros de si corríamos peligro o no.
—¡Damiano! ¿A dónde coño vamos? —grité con el ceño fruncido para que se enterase.
—Lita, ¿nunca te han dicho que la curiosidad mató al gato? —bromeó—. Tú solo sígueme —se limitó a decir.
