13. Lunas crecientes

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Natalie no supo en qué momento había caído dormida, un ambiente cálido y tranquilo fue el que la recibió al abrir sus ojos esmeralda.

Se percató de que estaba recostada en una gran cama, las sabanas eran de un color negro al igual que todo lo que había en ella a excepción de las almohadas color rojo. Miró la habitación y notó que era muy elegante, era de color rojo intenso pero se veía demasiado moderno, seguramente costaba una fortuna.

— Despertaste. — Le habló el azabache sentado a su lado.

Natalie dió un pequeño salto de susto y llevó una mano a su pecho aliviada al verlo, sólo era Muzan.

— Me asustaste. — Dijo con la respiración algo agitada, ella podría jurar que hace un momento se encontraba sola.

El ceño de la pelirroja se frunció y volteó a todas partes cuando se dió cuenta de que la habitación no tenía ninguna puerta.

— ¿Por dónde entraste? — Habló en un susurro que hizo sonreír a el azabache, la menor lo vió mal y se puso de rodillas en la cama para acercarse más a el rostro ajeno. — ¿Por dónde entramos? No hay puerta.

El mayor le sonrió, le parecía gracioso y tierno a la vez todo lo que estaba sucediendo, cualquier otra persona que habría asustado más al ver que se encontraban a su lado, sin embargo ella se alivió de tenerlo ahí, y ahora se preocupaba por una puerta.

— Estamos en un lugar dónde no necesitamos puertas. — Le dijo sin más, poniéndose de pie para luego girar a verla mientras metía sus manos a los bolsillos de su pantalón color blanco.

— ¿Tienes hambre? — Le cuestionó mientras se acercaba a la orilla de la cama y acunar el rostro se la pelirroja con ambas manos.

Ella negó suavemente con una sonrisa.

— ¿Tú sí? — Abrió sus ojos de par en par al darse cuenta de su pregunta.

Muzan ladeó la cabeza con una sonrisa y negó. Él no necesitaba comer tanto como los demás demonios. La menor llevó sus manos a los hombros del azabache y se acercó con la intención de besarlo, pero uno de los dedos del mayor la detuvo.

— Te has vuelto muy atrevida. — Susurró provocando que Natalie se sonrojara y desviara la mirada.

La mano de Muzan fue hasta el mentón de la pelirroja para obligarla a verlo y dejar un casto beso en sus labios.

— Tengo que presentarte a algunas... — Muzan pareció meditar sus palabras. — No son personas comunes, pero no te harán ningún daño.

— ¿Son cómo tú? — Preguntó curiosas. — Son.. ya sabes..

Era inevitable para ella no sentir nerviosismo, los demonios como tal eran algo desconocido, algo nuevo y por lo que le contó Tanjiro, eran monstruos horribles, que no tenían respeto por nada ni nadie, a excepción de su creador.

— Lo son. — El azabache se dió media vuelta para quedar frente a frente y sonreírle con una tranquilidad que calentó el pecho de la chica. — No tengas miedo, jamás permitiría que alguien te dañara.

Y era cierto, Muzan jamás creyó poder sentir la necesidad de proteger tanto a alguien como a Natalie, ni siquiera sabía exactamente en qué momento había pasado, cómo había sido que su frío corazón de repente se calentaba al estar junto a ella, como esos pensamientos frívolos de querer dominarlo todo solo ahora la tenían incluida, y al contrario de lo que muchos creían, el pelinegro estaba lejos de sentirse débil, ahora tenía algo por lo cuál luchar, lo cuál proteger; Natalie, su mujer.

El mayor tomó suavemente la cintura de Natalie para atraerla a él, y de un momento a otro el sonido de un biwa hizo que cambiaran de habitación a una mucho más extraña, parecían estar en alguna especie de castillo pero estaba deforme, al revés o increíblemente grande.

❛ 𝐒𝐄𝐍̃𝐎𝐑𝐀 𝐊𝐈𝐁𝐔𝐓𝐒𝐔𝐉𝐈 ┊𝐌𝐮𝐳𝐚𝐧 𝐱 𝐎𝐜 › +𝟏𝟖.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora