Capítulo 4 - El Rey del Baile

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El resto de la tarde la pasaron recostados en la cama, abrazados y conversando tranquilamente, reponiendo fuerzas para la cita que tendrían en la noche. Jonathan le hablaba de sus amigos y de cómo tenía que comportarse con cada uno. Había telefoneado a Anne para que avisara a su padre que llegaría tarde en la madrugada, y que no fuera a preocuparse. Le advirtió que no le informara los detalles de la causa de su demora. La señora Davis y Stephen les llevaron la cena a la habitación. Louisa había hecho un menú exquisito para Jonathan. David no pudo evitar hacer comentarios celosos, solo para fastidiarlo:

_ ¿Y las brujas?_ preguntó a sus sirvientes.

_ Encerradas en su habitación, preparándose para bajar a cenar._ respondió la señora Davis._ Será mejor que esperen a que estén en el comedor para que puedan salir sin que ellas los vean juntos.

David arrugó la nariz:

_ No puedo creer que tenga que andar con tanto misterio dentro de mi propia casa.

_ Trata de verle el lado positivo._ sonrió Jonathan._ Eso lo hace todo mucho más excitante.

Luego de cenar se alistaron para irse al SEXYDANCE. David se encargó de seleccionar la ropa, y Jonathan sonrió al notar que había elegido de tal manera que estaban combinados. Ambos llevaban camisetas lisas de color durazno, con un blazer azul oscuro y unos jeans negros ajustados y con agujeros. Para los pies había optado por unos botines de gamuza. Finalmente selló todo el estilo con un par de boinas planas de color negro, con la marca PUMA en una esquina.

Mientras se contemplaban en el espejo de la habitación, Jonathan se recostó a David, que lo envolvió entre sus brazos y lo besó en la mejilla:

_ Parecemos una pareja._ sonrió Jonathan mordiéndose el labio inferior.

_ Somos una pareja._ le aclaró David.

Jonathan suspiró. Todo era tan hermoso, tan romántico, tan como lo había soñado y deseado que fuera tantas veces, que empezaba a tener miedo. Era la primera vez que compartía con alguien que se preocupaba por hacerle sentir bien, que anteponía sus deseos y daba valor e importancia a ciertos detalles que para él eran altamente valorados. Jamás pensó que algo así podría sucederle. Que podría hallar a un hombre que pudiera sentir esa clase de fascinación por él. Los ojos se le humedecieron. David se dio cuenta de inmediato y lo volteó, preocupado:

_ ¡Oye, oye...! ¿Qué sucede? ¿Te sientes mal? Por favor, bebé... ¿Qué pasa?

Jonathan no consiguió hablar. Se abrazó a David, hundiendo la cabeza contra su voluminoso pecho y permaneció allí unos minutos, en silencio, respirando su fragancia a colonia cara, tratando de controlar las emociones que le hacían comportarse como un idiota ridículo y sentimental. David lo dejó estar, pero finalmente lo apartó despacio, y tomándole de la barbilla lo obligó a mirarlo:

_ ¿Qué pasa?_ le susurró._ ¿Por qué te has puesto así?

_ Nada. Tonterías. No me prestes atención._ trató de sonreír Jonathan.

_ Si no quieres salir está bien. Puedo llevarte a tu casa y...

Jonathan frunció el ceño y lo empujó:

_ ¿De qué estás hablando? ¡Claro que vamos a tener nuestra cita! ¡No nos vestimos tan elegantemente sexys como para quedarnos en casa! ¡Vamos a ir a ese club y nos exhibiremos juntos provocando la envidia de todos!

EN LOS OJOS DE LA BESTIA (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora