Capítulo 6 - Como el helio

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«Jonathan sintió que lo sacudían por un hombro. Gruñó algo y trató de quedarse en aquel hermoso jardín en el que estaba tendido sobre una manta en el verde césped, jugando con dos niños pequeños, idénticos. El sol brillaba radiante, y por un sendero entre los setos florecidos, vio acercarse la figura imponente y gallarda de David, sosteniendo en brazos a una niñita de rizos dorados. Se sentó junto a Jonathan y los dos pequeños, y con una vocecita inocente, animó a la bebita diciéndole:

_ Dile buen día a papá Johnny................................»

_ Johnny, despierta... Se te hará tarde.

Cuando abrió los ojos, vio a su padre sentado al borde del camastro, observándole con aquellos ojos rebosantes de amor que tanto echaba de menos:

_ ¿Pa?_ se atrevió a preguntar.

Will sonrió y le revolvió los cabellos negros:

_ Buenos días dormilón.

Sin poderse contener, Jonathan se arrojó contra él, abrazándolo con fuerza, sin poder reprimir las lágrimas que llegaron en torrente incontenible:

_ ¡Pa! ¿Me perdonas?

_ Eres tú quien tiene que perdonarme a mí, Johnny._ lo besó en la cabeza y lo apartó para mirarlo._ Supongo que me tomé muy en serio lo de ser un padre celoso. Pero necesito que sepas que no hay nada que hagas que pueda hacer que yo deje de amarte, hijo. Tú y tus hermanos son mi mayor tesoro, mi mayor bendición, y no habrá fuerza en este mundo que consiga cambiar lo que siento por ustedes tres. Solo quiero que lo sepas.

_ Pa, no te imaginas cuanto necesitaba escucharte decir eso. Tenía miedo de que tú ya no me quisieras.

_ Eso es imposible y muy poco probable que suceda. Quizás no apruebe tu elección de novio, pero tú sigues siendo mi hijo, mi pequeño.

Jonathan volvió a abrazar a su padre sintiéndose inmensamente feliz. Aunque solo por unos segundos. Mierda. Realmente tenían toda la razón con aquello de que no hay felicidad completa. Aquella mañana se sentía terriblemente vacío, sobre todo luego de aquel sueño tan hermoso que había tenido hacía unos momentos. Entonces reparó en un pequeño detalle. Su padre llevaba puesto el uniforme de chofer:

_ Pa... ¿Por qué vas vestido así?

William le acarició una mejilla:

_ Pues porque pienso regresar a mi puesto de trabajo en la mansión MacMillan.

Jonathan entrecerró los ojos, desconfiado:

_ ¿Por qué?

_ Pues, porque la señora Davis estuvo aquí anoche y tuvimos una plática muy interesante en la que me hizo ver muchas cosas que mi terquedad no me permitía ver bien.

Tomó las manos de su hijo mayor y las sostuvo con firmeza:

_ Quiero que sepas, que quizás no esté del todo de acuerdo con tu relación con el señor MacMillan, pero si él es el elegido... pues... tienes mi bendición. Pero que te quede claro que mantengo mi posición de matarlo si se atreve a lastimarte.

Jonathan soltó una risita triste. William se dio cuenta que algo no marchaba bien:

_ ¿Qué tienes? Pensé que te alegraría esto que acabo de decirte.

EN LOS OJOS DE LA BESTIA (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora