Capítulo 7 - Apariciones y besos robados

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Jonathan nunca había sentido mucha ilusión por el día de su cumpleaños. Tal vez porque se celebraba el treinta y uno de octubre, día de Halloween, y la festividad siempre le robó el protagonismo a su conmemoración. Los demás niños preferían disfrazarse e irse a hacer truco o trato por las calles, en vez de asistir a la fiesta de cumpleaños que sus padres se empeñaban en organizarle con mucho esmero cada año, aunque el resultado fuera siempre el mismo. Por ello, terminó viendo su fecha de aniversario como un día más en el calendario, un momento que solo compartía con las personas más allegadas a él.

Pero ese año sería diferente, y no porque fuera a organizar una fiesta de cumpleaños. Por supuesto que no. Ese año habría una razón muy especial para celebrar: La presencia de David en su vida. Sería el primer cumpleaños que compartirían juntos y quería que fuera una noche memorable. Se disfrazarían e irían a bailar al SEXYDANCE que, como cada año, estaría celebrando una fiesta por todo lo alto. Y luego se irían al departamento que David había habilitado para sus encuentros románticos. Oh sí. El mismo departamento donde pasó una noche entera con él luego de sufrir una vergonzosa borrachera. El departamento en el que David había vivido cuando no tenía un céntimo y dependía de un empleo como una persona común y corriente. Le había conmovido ver como lo había conservado, pagando mensualmente la renta, y bajo el estricto cuidado de doña Maricruz, una señora muy simpática que velaba los intereses de David como si de alguien muy especial para ella se tratara. Y eso que no tenía ni idea de que el muchacho era en realidad, el hombre joven más rico del país.

David había invertido una fortuna en amueblar el recinto, equipándolo con los mejores electrodomésticos y abasteciéndolo de todo lo necesario para cada vez que fueran a pernoctar allí. De esa manera evitaban tener que encontrarse en la mansión o en el apartamento de Will. Aquel piso se había convertido en lo que a Jonathan le gustaba llamar: su nido de amor. A veces se quedaban a dormir toda la noche, y eran los mejores momentos al despertar, cuando Jonathan abría los ojos y sentía el calor que despedía el cuerpo macizo de David pegado al suyo, acunado entre sus brazos, bañado en su aliento.

El sexo se había vuelto un ritual obligatorio, con más de una práctica la mayoría de las veces, y siempre resultaba gratamente satisfactorio para ambos. Era como si no pudieran saciarse el uno del otro, con la necesidad perenne de devorarse y consumirse uno en la piel del otro. Llevaban tres semanas de noviazgo, y habían sido las tres mejores semanas que Jonathan pudiera recordar en los últimos tiempos. Todavía se engarzaban en constantes discusiones, sobre todo en la oficina, cuando David perdía el control con algún empleado y sacaba a relucir a la bestia que guardaba dentro. Entonces Jonathan se encargaba de intervenir, siempre de forma cautelosa. Pero al quedar solos, arremetía contra él y le tiraba de las orejas, y luego de varios gritos y empujones, acababan chupándose los labios y enroscados sobre el escritorio. David estaba empeñado en hacer realidad una fantasía en la que tenían sexo en la oficina. Jonathan había conseguido evitarlo hasta el momento. No habían pasado de los besos. Aún. Pero David no perdía la esperanza de convencerlo pronto de vivir aquel intenso y emocionante momento.

Jonathan despertó esa mañana bien temprano. Habían pasado la noche juntos en el apartamento. Estaba solo en la cama, pero escuchó la voz desafinada de David desde la ducha, destrozando sin piedad una canción de Sam Smith:

♪...Oh, won't you stay with me?
'Cause you're all I need
This ain't love, it's clear to see
But, darling, stay with me...♫

Soltó una carcajada y bajó de la cama. Tomó una camisa de David que estaba puesta sobre una silla y se la puso. Amaba usar su ropa. Le quedaba inmensamente grande por las dimensiones de tamaño que tenían de diferencia, pero se sentía a gusto usando sus playeras, sus camisas. Era como sentirlo abrazarle. Caminó hacia la ventana y se asomó. El día era gris. Una típica mañana otoñal, pero para él, parecía ser primavera. Suspiró feliz y se mordió el labio inferior. Faltaban dos días para su cumpleaños.

EN LOS OJOS DE LA BESTIA (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora