June Davis aguardó a que Edna MacMillan y su hija terminaran de cenar y se retiraran a sus habitaciones. Finalizó de recoger la cocina y fue a su habitación en busca de un abrigo y un bolso. Cuando salió al vestíbulo, se encontró con Stephen:
_ Oh, menos mal que te encuentro. Iba a ir a buscarte.
_ ¿Va a algún lado, señora Davis?_ se sorprendió el mayordomo mirándola de arriba abajo.
_ Si, necesito hacer una diligencia.
_ Pero... ¿A estas horas?
La señora Davis estaba colocándose un par de guantes en las manos y se detuvo para lanzar una mirada impertérrita a Stephen:
_ Si, a estas horas ¿Tienes algún inconveniente con ello?
El mayordomo se irguió casi con violencia:
_ Por supuesto que no, pero es que me preguntaba cómo piensa trasladarse.
_ Fácil. Tomaré uno de los autos de la cochera.
Stephen reaccionó como si hubiese recibido una bofetada:
_ ¡Señora Davis, permítame decirle que eso sería una grave falta de respeto para con...!
_ ¿Para con quién Stephen?_ suspiró June volteando los ojos en blanco._ Por favor, hay un montón de autos en esa cochera, no creo que a David le importe si tomo prestado uno para ir a resolver un asunto por el cual terminará dándome las gracias.
_ ¿Siquiera sabe usted conducir?
_ ¡Claro que sé conducir! ¿Quién piensas que soy? Tal vez hace mucho que no me siento frente a un volante, pero quiero pensar que es como el sexo: nunca te olvidas de lo básico.
El mayordomo se ruborizó y carraspeó con movimientos inquietos:
_ Señora Davis... June..._ fue cuanto pudo decir.
_ SEXO, Stephen, es una palabra como cualquier otra... SEXO. Y ambos sabemos que hoy hubo mucho de eso en esta casa. En fin, trataré de regresar lo más pronto que pueda. Tú, mantente alerta. No le quites los ojos al par de víboras y evita que se salgan de su serpentario ¿De acuerdo?
_ ¿Y si preguntan por ti?
_ No lo creo, pero si lo hicieran, diles que vino un galán alto, fuerte y hermoso a buscarme y que no dudé un instante en irme con él a hacer el amor a la luz de la luna.
Stephen se quedó pasmado viéndola marchar. Admiraba a la señora Davis, pero debía reconocer que a veces padecía de un sentido del humor bastante retorcido.
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June escogió uno de los Mercedes Benz para salir a realizar lo que ella definía como una importante diligencia.
Condujo cuidadosamente, y cuando llegó a la dirección correcta, descendió del vehículo y se quedó mirando el edificio por unos segundos. Echando un vistazo el pequeño pliego de papel que tenía en las manos, consultando el número de departamento, se detuvo ante la puerta de uno en el tercer piso. Tocó con los nudillos y aguardó, hasta que dos niños aparecieron en la entrada, mirándola con ojos curiosos:
_ Buenas noches... Oh, pero que niños tan encantadores._ sonrió la mujer.
_ ¿Usted quién es?_ preguntó la niña tajantemente.
La señora Davis se puso seria:
_ Vaya, creo que quizás me precipité en llamarlos encantadores.
_ No compramos nada, gracias._ dijo el varoncito e intentó cerrar la puerta.
_ ¿Aquí vive William Doyle?_ preguntó la señora Davis echando una rápida ojeada al interior de la vivienda.
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EN LOS OJOS DE LA BESTIA (2)
RomanceContinuación de la saga. Comenzando justo donde acabó EN LOS BRAZOS DE LA BESTIA. Todos tenemos derecho a vivir una hermosa historia de amor. Pero a qué precio?... Jonathan ha decidido arriesgarse y vivir un romance con David, solo que a su propio r...