Todo indicaba que sería un miércoles común y corriente.
William Doyle se despidió de Anne y se encaminó a su amado taller. Había recuperado gran parte de su antigua clientela, quienes celebraban su regreso después de tanto tiempo. Anne apremió a los gemelos para llevarlos a la escuela. Nicholas y Nadine derramaron toda una jarra de jugo encima del mantel y Anne suspiró pesadamente al pensar que tendría que limpiar una vez estuviera de regreso.
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La servidumbre de la mansión MacMillan cumplía sus funciones diligentemente, y se mostraban muy animados por la proximidad de las fiestas de Navidad y Fin de Año. Era común recibir un jugoso aguinaldo desde que el joven señor MacMillan se había convertido en el nuevo amo de la casa. Todos parecían contentos, excepto Arleth, que llevaba varios días recogida y cabizbaja, aislándose del resto de las doncellas y evitando encontrarse con la señora Edna, quien mostraba un entusiasmo poco habitual en ella. Edna MacMillan se arregló esa mañana mejor que nunca, se perfumó y bajó a desayunar, preguntándole a Stephen si ya habían traído el periódico.
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Brian Spencer esperó que su esposa le saludara con un cariñoso beso como hacía siempre que entraba a la cocina para desayunar antes de irse al trabajo. Pero, como en los últimos días transcurridos desde la fiesta anual de su suegra, Glenda apenas lo miró, y le sirvió el café, los huevos revueltos y las tostadas con el mismo silencio pesado y cortante. Sin embargo, Brian tenía mucho en qué pensar en esa mañana. Tomó su teléfono para enviarle un mensaje al joven con el que había quedado para almorzar en una cafetería. Llevaba varios días frecuentándolo y había decidido que era momento de dar el gran paso e intimar con él. Era más fácil hacerlo en horario diurno. Con Glenda embarazada y todas su hormonas alteradas, prefería no ausentarse por las noches, así tampoco le daba motivos para hacerse ideas extrañas luego de que lo viera forcejeando con el asistente personal de David. Por suerte, Glenda parecía haber olvidado aquel incidente, o prefería no sacar el tema a relucir.
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Jonathan se despertó y se estiró, haciendo un sonido similar al ronroneo de un gato. Se había quedado a dormir en el departamento de los chicos, ya que esa mañana darían de alta a Randy y pensaban llevarlo a una clínica de desintoxicación que David les había sugerido y que estaba dispuesto a pagar para que el joven recibiera la mejor atención que le ayudara a desprenderse del consumo de drogas.
Devon y Vivian estaban forcejeando por sacar a Calvin de la cama, para salir a correr todos juntos antes de desayunar y emprender todas las tareas que se habían previsto para la jornada. Calvin protestaba y remoloneaba en la cama, alegando que tenía sueño y quería seguir acostado un rato más. Pero lograron sacarlo desnudo de entre las sábanas y lo vistieron casi como a un niño pequeño que no paraba de refunfuñar y gemir:
_ ¿No vienes con nosotros, Johnny?_ preguntó Devon.
_ No. Necesito hacer algo importante. Pero ustedes vayan, cuando regresen tendré el desayuno listo.
Se abrigaron bien y salieron del apartamento, con Calvin rezongando por haber sido forzado a madrugar.
Jonathan buscó su teléfono. Estaba feliz. Había tenido un hermoso sueño con David, un sueño que ya había tenido en una ocasión, en el que se veía con él, en medio de un hermoso jardín y tres preciosos niños, dos varoncitos idénticos y una niña de cabellos dorados como los de un ángel de una pintura religiosa. Eran sus hijos. Suyos y de David. Aquel sueño finalmente le convenció de algo en lo que llevaba mucho tiempo meditando: si estaba o no enamorado de David MacMillan. Y la respuesta era SI. Definitivamente SI. Un SI que no admitía dudas ni discusiones. Amaba a ese hombre. Amaba a esa bestia sin la que ya no concebía si vida. Amaba todo de él. Sus luces y sombras, sus virtudes y defectos, sus celos, sus exabruptos, su posesividad. Amaba a David. Lo amaba con la desesperación y la añoranza propia de un corazón entregado en su totalidad al ser amado.
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EN LOS OJOS DE LA BESTIA (2)
RomanceContinuación de la saga. Comenzando justo donde acabó EN LOS BRAZOS DE LA BESTIA. Todos tenemos derecho a vivir una hermosa historia de amor. Pero a qué precio?... Jonathan ha decidido arriesgarse y vivir un romance con David, solo que a su propio r...