Cap16: Primera técnica

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En un claro del bosque, tres jóvenes shinobi se enfrentaban en un duelo de miradas cargadas de desafío. La chica, con sus característicos colmillos rojos pintados en las mejillas, rompió el silencio.

—¿Y bien? —exigió la pelimarrón.

—Ejem, preferiría no hacerlo. Solo acabaría decepcionándolos —respondió el joven de cabello oscuro, intentando evadir la situación con un tono de falsa modestia.

—Claro, claro, solo dices eso porque no puedes —replicó la Inuzuka, desafiante.

Mientras discutían, el rubio se unió a la chica, apoyando su demanda.

—Vamos, Yasuke, solo admítelo —dijo con un tono de convicción.

—Exacto, solo admítelo —repitió la chica.

Yasuke, sintiendo crecer su molestia, decidió demostrar su valía. En su anterior vida, no le importaba lo que los demás pensaran de él, pero en esta nueva existencia, había descubierto que no podía ser tan indiferente, especialmente hacia aquellos que, aunque no quisiera admitirlo, se habían acercado a él.

—Bien, quieren una demostración, se la daré —anunció con un tono de desafío.

—Ja, adelante —dijo la Inuzuka, escéptica.

Extendiendo la mano, Yasuke pronunció:

—Shambles.

Sin embargo, nada sucedió. La pelimarrón se burló abiertamente, mientras Minato sonreía con una mezcla de burla y comprensión.

Yasuke, frustrado, repasó mentalmente los pasos de su habilidad, cuestionando por qué no había funcionado. Recordó la creación de la "sala", la selección de objetivos, la ejecución del intercambio, el control preciso y la finalización. Mientras reflexionaba, Minato se acercó para consolarlo y ofrecerle su ayuda para aprender la técnica.

—No te preocupes, Yasuke. Aunque no hayas logrado realizar la técnica ahora, yo te ayudaré a aprenderla —le aseguró Minato con un tono alentador.

Yasuke, habiendo identificado el fallo, levantó nuevamente la mano, esta vez con más determinación.

—"ROOM" —dijo con firmeza.

Minato, estando más cerca, sintió cómo el chakra de Yasuke se extendía en una esfera translúcida de cinco metros de radio. Tsume, aunque no podía percibir el cambio en el chakra, observó la esfera formándose alrededor de Yasuke.

Concentrado, Yasuke activó la técnica:

—"SHAMBLES".

En un instante, un trozo de tronco de árbol apareció donde Yasuke había estado. Minato y Tsume quedaron desconcertados, sin entender cómo había ocurrido.

—Veis... ahg... lo podía... agh... hacer —dijo Yasuke, jadearando. El esfuerzo había agotado sus reservas de chakra, ya que nunca había entrenado su control del mismo.

Las reacciones de la Inuzuka y de Minato fueron contrastantes. Tsume se negaba a aceptar la habilidad de Yasuke, mientras Minato expresaba su admiración y curiosidad.

—Enséñame cómo hacer ese truco —pidió Minato con entusiasmo.

Yasuke, ignorando a Tsume, le ofreció una sonrisa confiada a Minato. Sin embargo, en medio de su explicación, sus párpados se cerraron y cayó al suelo, desmayado.

El mundo se oscureció para Yasuke mientras su conciencia se desvanecía, sumergiéndolo en un mar de recuerdos olvidados de su vida anterior. Se encontraba de nuevo en un quirófano, rodeado de luces brillantes y el sonido metálico de los instrumentos quirúrgicos. Era un cirujano consumado, respetado por su habilidad pero distante de aquellos a su alrededor.

Cada día era una repetición monótona: llegaba al hospital antes del amanecer, se sumergía en cirugías complejas, donde cada decisión podía significar la vida o la muerte. A pesar de la importancia de su trabajo, se sentía como una mera herramienta, una pieza más en la maquinaria hospitalaria. Sus colegas lo respetaban, pero raramente se acercaban a él fuera del ámbito profesional. No había camaradería, solo una fría eficiencia.

Al terminar sus largas jornadas, el regreso a casa era una rutina solitaria. Caminaba por las calles iluminadas por farolas, reflexionando sobre los casos del día, las vidas que había salvado, y aquellas que no pudo. Su apartamento era un espacio vacío y silencioso, una mera extensión de su aislamiento. No había nadie esperándolo, ninguna conversación o risas compartidas. Solo las paredes desnudas y el eco de sus propios pensamientos.

En esos momentos, Yasuke se preguntaba qué significaba todo su esfuerzo. ¿Valía la pena salvar vidas cuando la suya parecía tan carente de significado? La soledad era su única compañía constante, un recordatorio de que, a pesar de sus habilidades, era invisible para el mundo que lo rodeaba.

Este recuerdo de su vida pasada contrastaba agudamente con su presente en el mundo ninja, donde, a pesar de los desafíos y peligros futuros, había encontrado una conexión genuina con sus compañeros. Era un mundo donde no solo seria era valorado por sus habilidades, sino también como persona.

Mientras el flashback se desvanecía y Yasuke volvía lentamente a la conciencia en el orfanato, se dio cuenta de que, aunque su vida en esta nueva realidad estaba llena de incertidumbres, también ofrecía algo que su anterior existencia no tenía: un sentido de pertenencia y camaradería que había anhelado en silencio.

Orfanato de Konohagakure no Sato

En el orfanato de Konohagakure no Sato, Yasuke despertó en un colchón suave, bajo la luz tenue que se filtraba por las cortinas. Confundido y con un leve dolor de cabeza, se incorporó en su cama. La habitación, llena de camas sencillas y adornada con dibujos descoloridos, resonaba con la voz de una de las cuidadoras, quien reprendía a Minato y Nonoe por usar técnicas ninja sin supervisión.

—¿Cuántas veces os he dicho que no uséis técnicas ninja sin un adulto presente? Ni siquiera habéis tenido vuestra segunda clase de control de chakra —reprochaba, aunque su tono denotaba preocupación y afecto.

El sol matutino bañaba las calles de Konoha con su cálido resplandor, creando un telón de fondo pintoresco para los jóvenes shinobi en su camino a la academia. El ambiente estaba lleno de la energía y expectativa típica de un nuevo día en la aldea.

—Ese jutsu del otro día, ¿qué era? —insistió Minato, mirando a Yasuke con una mezcla de curiosidad y admiración. Su habilidad como ninja sensor le había permitido percibir algo inusual en la técnica de Yasuke.

Yasuke, con su habitual seriedad, disimulaba su incomodidad ante la pregunta.

—No sé de qué hablas. Fue el Kawarimi no Jutsu —respondió, manteniendo una fachada de indiferencia.

Minato no se dejó engañar tan fácilmente.

—Vamos, Yasuke. Recuerda, soy un sensor. Sentí cómo tu chakra se extendía en un radio inusual. Eso no era un simple Kawarimi —afirmó con seguridad.

En ese momento, Nonoe intervino, tratando de desviar la atención de la incómoda interrogación.

—Chicos, ya casi llegamos a la academia. Hay rumores de que hoy tendremos una nueva compañera en clase. No es momento para discutir sobre jutsus —dijo Nonoe, intentando suavizar el ambiente.

—Como si la imagen importara cuando estás al lado de un fanboy ninja —se burló Shiya, un chico de ojos vivaces y un distintivo gorro con manchas. Su tono era juguetón, pero con un toque de provocación.

Minato se giró hacia Shiya, su expresión mezcla de molestia y diversión.

—¡Oye! Ya te he dicho que no me llames así. Espera, ya encontraré un buen apodo para ti —advirtió Minato, pero Shiya ya había avanzado, dejándolo hablando solo.

La conversación se desvaneció en risas y charlas amistosas mientras se acercaban a la academia. La expectativa de conocer a la nueva compañera y la incertidumbre sobre el misterioso jutsu de Yasuke añadían un aire de misterio y anticipación al día. Entre los altos edificios de la aldea, se podía sentir la vibrante energía de los jóvenes shinobi, ansiosos por aprender y crecer en el camino del ninja.

Continuara...

Renacimiento en Konoha: El Cirujano de la HojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora